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24 de janeiro de 2021

En las entrañas del monstruo, doble “revolucion de colores” en Washington

Renán Vega Cantor

Extratos

Revoluções de cores feitas nos EUA 

(...)

El término Revolución de Colores empezó a utilizarse en el mismo momento de la disolución de la Unión Soviética y se aplicó en principio para referirse a los sucesos que acontecieron en algunos de los países de la órbita del Pacto de Varsovia, como en la antigua Checoslovaquia, y que posibilitaron la restauración del capitalismo. Una década después, en pleno Nuevo (Des)Orden Mundial hegemonizado por los Estados Unidos, la Revolución de Colores entró en escena como un pretendido cuerpo teórico-analítico con un guion perfectamente establecido para aplicarse en aquellos lugares en los que se preparaba un “cambio de régimen”, porque los gobiernos existentes no eran proclives de manera incondicional al neoliberalismo, al Consenso de Washington ni doblegados políticamente a los dictámenes de Estados Unidos. En momentos en que era preciso para el hegemon estadounidense subordinar a todos aquellos considerados como remisos a aceptar las condiciones de ese Nuevo Des(Orden) se utilizaron dos métodos complementarios: o la guerra abierta (como en Irak o la antigua Yugoslavia) o la “transición pacífica” hacia la “democracia occidental capitalista”, como en algunos de los países que surgieron de la implosión de la Unión Soviética y aquí es donde se comenzó a hablar de Revoluciones de Colores. En algunos casos (el mejor ejemplo es Libia) hubo una combinación de los dos procedimientos, algo así como una mixtura entre la guerra abierta y la Revolución de Colores que, de todas maneras, condujo al mismo fin de “cambio de régimen”, destrucción del Estado existente e imposición de marionetas incondicionales a Estados Unidos y a la Unión Europea.

Las llamadas Revoluciones de Colores tienen unas características básicas que se reducen a lo siguiente: primero, se crea o se aprovecha una oportunidad en un país para imponer a los títeres de Washington, bien generando caos e inestabilidad económica, social y política, o aprovechando condiciones reales de descontento que puedan existir entre importantes sectores de la población hacia un gobierno determinado, so pretexto de defender los derechos humanos; segundo, esa inestabilidad aparece como una “genuina” búsqueda de democracia al estilo occidental por ciertos sectores de las clase media y de las élites pro occidentales y, por lo general, se presenta en períodos electorales o poselectorales, cuando los candidatos de Washington no tienen oportunidades en las urnas y se ambienta la noticia de fraudes electorales, para generar una movilización hacia los parlamentos o las sedes presidenciales, se generan manifestaciones y disturbios que, en algunos casos, han terminado en forma exitosa para sus organizadores, han logrado el derrocamiento de los gobiernos existentes y han impuesto a sus lacayos. 

El mejor ejemplo, más no el único, es el de Ucrania, donde no en una, sino en dos ocasiones se han realizado Revoluciones de Colores (en 2004 y en 2014); tercero, las “revoluciones de colores” se presentan como movilizaciones democráticas y espontáneas de la “sociedad civil”, pero tras las mismas se encuentra un poderoso aparato financiero y propagandístico Made in USA, donde intervienen varios sectores:ONG de derechos humanos o con caretas similares, financiadas directamente desde Estados Unidos por la USAID (Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos) y la NED (Fundación Nacional para la Democracia) y son las encargadas de aceitar los engranajes internos para adelantar las acciones contra el “régimen establecido”. Estas ONG preparan con antelación, a veces de muchos años, a sus cuadros con talleres, cursos, becas, estudios universitarios en Estados Unidos o en algún país de Europa (principalmente en Serbia, que se convirtió en el centro ideológico y “educativo” de la Revolución de Colores), en donde les enseñan los métodos “legales” de desestabilización y de movilización. Gran parte de estas ONG también son financiadas por la Fundación Soros con su pretendida “Sociedad Abierta”. A la par de la careta pacifista, se preparan a esos mismos o a otros cuadros en técnicos de saboteo y de terrorismo para proceder en forma violenta a desestabilizar a un gobierno determinado y para facilitar el ingreso triunfal de los “pacíficos” opositores democráticos, mediante la desmovilización de las fuerzas del gobierno que se quiere derrocar o para obligarlos a responder con violencia contra los provocadores, quienes a raíz de esa represión se muestran como unas mansas paloma y víctimas desarmadas que han sido brutalmente reprimidos, con lo cual se justifica ante los ojos del mundo las acciones desestabilizadoras como perfectamente validas y legítimas. Y esto viene acompañado de una andanada desinformativa y mentirosa de propaganda de la “prensa libre” en Occidente, en la cual se crean la imagen de los “monstruos” a los que es necesario destruir y de los “valerosos” líderes que encarnan los ideales de libertad y democracia que representa Occidente y los Estados Unidos en particular. CNN, New York Times, encabezan la acción de propaganda, en donde en forma maniquea se habla de los “malos” (aquellos que no se inclinan ante los Estados Unidos) y de los “héroes de la libertad”, representados por todos los Juan Guaidó que en el mundo existan o se fabriquen.

Las revoluciones de colores exhiben una parafernalia simbólica ‒de ahí el nombre colorido‒ que muestra banderas de identificación, himnos, consignas, escritos breves, manifiestos, llamados… que pretenden darles un aire de reivindicación democrática,  pacífica pluralista y no ideológica, pero detrás de las cuales se mueven bandas paramilitares de asesinos y sicarios, bien armados, que son la fuerza de choque que convencen a los incrédulos de las bondades de la libertad y democracia al estilo estadounidense y, luego, si triunfa la revolución de colores se encargan de perseguir, torturar y matar a quienes defiendan al gobierno defenestrado, como hace un año quedó en evidencia en Bolivia.

(...) Y esto no sorprende, si se recuerda que quienes controlaban la campaña de Joe Biden, y el mismo candidato, son los mismos que organizaron los sucesos de la Plaza Maidan (Ucrania) en 2014, que significó el derrocamiento del presidente de ese país y su sustitución por un títere incondicional a Estados Unidos y también son los mismos que derrocaron a Gadafi en Libia. 

Da mesma forma clássica que as Revoluções Coloridas, começaram a operar os meios de desinformação, inclusive as chamadas redes sociais, que se posicionavam abertamente contra Trump e a favor de Biden, reproduzindo a velha dicotomia entre um mau candidato e um bom candidato. O mocinho do roteiro da mídia era, claro, o candidato democrata, a tal ponto que no final de setembro aquela mídia corporativa do poder global chegou a um acordo para ocultar informações que comprometiam um filho do candidato democrata, por receber dinheiro do governo de Ucrânia para influenciar o pai idoso: “A divulgação dessa informação resultou na censura no Facebook e no Twitter, duas plataformas dedicadas, como todos sabem, à livre comunicação de ideias e informação. Informação tão perigosa para Biden que eles decidiram não permitir que fosse transmitida em seus espaços. Poucas horas depois, Andy Stone, chefe de Relações Públicas do Facebook e ex-chefe de comunicação do Partido Democrata, anunciou que estava reduzindo a disseminação dessa notícia. Ao mesmo tempo, o Twitter proibiu qualquer comentário sobre a investigação do New York Post , antes de suspender a conta daquele jornal em sua plataforma. Os democratas fizeram mil acrobacias retóricas para justificar esta censura flagrante ” [ii] .

Depois dessa campanha na mídia foi, como nas Revoluções Coloridas no exterior, o magnata George Soros. Como parte da colorida "revolução" doméstica, a mídia corporativa apontou durante a fase final da campanha que a vitória dos democratas seria avassaladora e conduziria de forma conspícua a Trump. Como se sabe, os resultados desmentiram esses anúncios. Os únicos que ainda permitiam que Trump se expressasse foram as plataformas digitais e as redes sociais, por meio das quais Trump continuou a intervir, contando mentiras, caluniando a torto e a direito, como vinha fazendo desde janeiro de 2017, embora em fase final da campanha, como mencionado antes, a censura dessas redes contra Trump já começou, embora não totalmente, devido a um descuido ou cálculo premeditado. Rebelion

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