http://www.informationclearinghouse.info/55439.htm
La narrativa de que la explosión de Beirut fue una consecuencia exclusiva de la negligencia y la corrupción del actual Gobierno libanés está ahora grabada en piedra, al menos en la esfera atlantista.
Y sin embargo, profundizando, encontramos que para diseñarla la negligencia y la corrupción pueden haber sido explotadas por completo a través del sabotaje.
Líbano es el principal territorio de John Le Carré. Una guarida multinacional de espías de todos los matices -agentes de la casa de Saud, operativos sionistas, armadores «rebeldes moderados», intelectuales de Hezbolá, «realeza» árabe perversa, autocalificados contrabandistas- en un contexto de desastre económico de amplio espectro que aflige a un miembro del “Eje de la resistencia”, un objetivo perenne de Israel junto a Siria e Irán.
Como si esto no fuera lo suficientemente volcánico, en la tragedia intervino el presidente Trump para enturbiar las ya contaminadas aguas del Mediterráneo oriental. Informado por «nuestros grandes generales”, Trump dijo el martes: «Según ellos, que sabrán más que yo, piensan que parece un ataque». Trump agregó «fue una bomba de algún tipo».
¿Estaba este caluroso comentario dejando que el gato saliera de la bolsa al revelar información clasificada? ¿O el presidente estaba lanzando otra frase non sequitur?
Finalmente Trump retiró sus comentarios después de que el Pentágono se negase a confirmar su afirmación sobre lo que habían dicho los «generales» y su secretario de defensa, Mark Esper, apoyase la explicación de explosión por accidente.
Es otra ilustración gráfica de la guerra que vuelve sobre sí misma. Trump: ataque. Pentágono: accidente. «No creo que nadie pueda decirlo ahora», dijo Trump el miércoles. «Lo he oído en ambos sentidos».
Aún así vale la pena señalar un informe de la Agencia de Noticias Mehr de Irán de que cuatro aviones de reconocimiento de la Armada de los Estados Unidos fueron avistados cerca de Beirut en el momento de las explosiones. ¿Está la inteligencia estadounidense al tanto de lo que realmente sucedió en todo el espectro de posibilidades?
Ese nitrato de amonio
La seguridad en el puerto de Beirut, el principal centro económico de la nación, debería considerarse una prioridad absoluta. Pero para adaptar una frase de la película Chinatown de Roman Polanski: “Olvídalo, Jake. Es Beirut”.
Las ya icónicas 2.750 toneladas de nitrato de amonio llegaron a Beirut en septiembre de 2013 a bordo del Rhosus, un barco con bandera moldava que navegaba desde Batumi, en Georgia, a Mozambique. Rhosus terminó siendo confiscado por el Control del Estado del Puerto de Beirut.
Posteriormente el barco fue abandonado de facto por su propietario, el turbio empresario Igor Grechushkin, nacido en Rusia y residente en Chipre, quien sospechosamente “perdió interés” en su carga relativamente preciada, sin siquiera intentar venderlo, al estilo de dumping, para pagar sus deudas.
Grechushkin nunca pagó a su tripulación, que apenas sobrevivió durante varios meses antes de ser repatriada por motivos humanitarios. El gobierno chipriota confirmó que el Líbano no había pedido a Interpol que lo arrestara. Toda la operación parece una tapadera: los verdaderos receptores del nitrato de amonio posiblemente fueran «rebeldes moderados» en Siria que lo utilizan para fabricar artefactos explosivos improvisados y equipar camiones suicidas como el que demolió el hospital Al Kindi en Alepo.
Las 2.750 toneladas, empacadas en sacos de 1 tonelada y etiquetados como “Nitroprill HD”, fueron trasladadas al hangar 12 junto al muelle. Lo que siguió fue un caso asombroso de negligencia serial.
De 2014 a 2017 las cartas de los funcionarios de aduanas, una serie de ellas, así como las opciones propuestas para deshacerse de la carga peligrosa, exportarla o venderla, simplemente se ignoraron. Cada vez que intentaban obtener una decisión legal para deshacerse del cargamento, no obtenían respuesta del poder judicial libanés.
Cuando el primer ministro libanés Hassan Diab proclama ahora que «Los responsables pagarán el precio», el contexto es absolutamente esencial.
Ni el Primer Ministro ni el presidente ni ninguno de los ministros del gabinete sabían que el nitrato de amonio estaba almacenado en el hangar 12, confirma el exdiplomático iraní Amir Mousavi, director del Centro de Estudios Estratégicos y Relaciones Internacionales en Teherán. Estamos hablando de un enorme explosivo ubicado en medio de la ciudad.
La burocracia del puerto de Beirut y las mafias que están realmente a cargo están estrechamente vinculadas, entre otras, a la facción al-Mostaqbal, liderada por el ex Primer Ministro Saad al-Hariri, él mismo totalmente respaldado por la Casa de Saud.
El inmensamente corrupto Hariri fue destituido del poder en octubre de 2019 en medio de serias protestas. Sus compinches “desaparecieron” al menos con 20.000 millones de dólares de la tesorería del Líbano, lo que agravó seriamente la crisis monetaria del país.
No es de extrañar que el Gobierno actual, donde tenemos al Primer Ministro Diab respaldado por Hezbolá, no haya sido informado sobre el nitrato de amonio.
El nitrato de amonio es bastante estable, lo que lo convierte en uno de los explosivos más seguros utilizados en la minería. Normalmente el fuego no lo activa. Se vuelve altamente explosivo solo si está contaminado, por ejemplo, con aceite o se calienta hasta un punto en el que sufre cambios químicos que producen una especie de capullo impermeable a su alrededor en el que el oxígeno puede acumularse hasta un nivel peligroso en el que una ignición puede causar una explosión.
¿Por qué, después de dormir en el hangar 12 durante siete años, de repente, este material sintió ganas de explotar?
Hasta ahora la principal explicación directa al respecto, del experto en Medio Oriente Elijah Magnier, apunta a que la tragedia fue «provocada» -literalmente- por un herrero despistado con un soplete que opera bastante cerca del nitrato de amonio no monitoreado. Sin la garantía debida, una vez más, la negligencia y corrupción, como parte de un «error» intencional que anticipa la posibilidad de una explosión futura.
Este escenario, sin embargo, no explica la explosión inicial de «fuegos artificiales». Y ciertamente no explica lo que nadie, al menos en Occidente, está hablando: los incendios deliberados provocados en un mercado iraní en Ajam en los Emiratos Árabes Unidos y también en una serie de almacenes de productos agrícolas en Najaf, Irak, inmediatamente después de la tragedia de Beirut.
La ruta del dinero
Líbano, que cuenta con activos y propiedades inmobiliarias por valor de billones de dólares, es un melocotón jugoso para los buitres financieros globales. Adquirir estos activos a precios mínimos, en medio de la Nueva Gran Depresión, es simplemente irresistible. Paralelamente, el buitre del FMI se embarcaría en un modo de represión total y finalmente “perdonaría” algunas de las deudas de Beirut siempre que se imponga una dura variación del “ajuste estructural”.
Quienes se benefician, en este caso, son los intereses geopolíticos y geoeconómicos de Estados Unidos, Arabia Saudita y Francia. No es casualidad que el presidente Macron, un obediente servidor de los Rothschild, llegara a Beirut el jueves para prometer el «apoyo» neocolonial de París además de imponer, como un virrey, un conjunto integral de «reformas». Un diálogo al estilo Monty Python, con un marcado acento francés, podría haber seguido estas líneas: «Queremos comprar tu puerto». «No está a la venta». «Oh, qué lástima, acaba de ocurrir un accidente».