Historiador y urbanista residente en Jerusalén
Si alguien necesitaba una prueba más del desequilibrio de Donald Trump, el "plan de paz' que será oficialmente presentado la próxima semana y cuyos detalles ya han sido dados a conocer, corrobora el desvarío geopolítico de Estados Unidos en Oriente medio. El plan Trump, confeccionado a la medida de Bibi Netanyahu, se asemeja más a un atentado contra la paz que a un plan de paz. El gobierno israelí lo ha tomado como un regalo de reyes y ya se ha puesto en marcha el proyecto de anexión unilateral de un 30% de los territorios palestinos. Pero la actitud americana no es mucho más que una mísera bufonada. EEUU es una potencia internacional, pero a nivel de política internacional se ha convertido en un espantapájaros de aquellos que incluso las aves se burlan de él. El mejor ejemplo es el hecho que después de haber abierto embajada en Jerusalén, en escandalosa violación del derecho internacional, solo dos países latinoamericanos siguieron sus pasos, Guatemala y Honduras, y esta, poco tiempo después, cambió de posición y la clausuró. El hecho que Trump le haya dado luz verde a Israel para anexar tierra palestina, no significa que las Naciones Unidas, la Unión Europea o alguna institución internacional reconozcan dicha anexión. Por el contrario, este atropello contra el derecho internacional es motivo para implementar sanciones contra Israel e incluso, tal vez, para acelerar el proceso judicial en la Corte Internacional de Justicia de La Haya por violación de derechos humanos. La brusca iniciativa de Trump es ocasión para que la comunidad internacional vuelva a involucrarse activamente en el conflicto palestino-israelí, después de más de una década en segundo plano, y presione a Israel para poner fin a esta aberración. Este es un momento clave para la comunidad internacional y a pesar de que no ha demostrado hasta ahora estar a la altura de los acontecimientos, esta bofetada americano-israelí al derecho internacional no puede pasar inadvertida. Bien harán los palestinos, que obviamente rechazan el plan Trump unánimemente, en mantener su calma fría y evitar manifestaciones violentas, ya que este desdichado plan ha nacido muerto y la comunidad internacional se encargará de enterrarlo.
Pero lo mas interesante del caso es la circunstancia y los motivos velados de este plan. A poco más de un mes de las próximas elecciones israelíes, Bibi Netanyahu se encuentra en una embarazosa situación acusado de corrupción, y las encuestas le dan una pequeña ventaja al bloque "Azul-Blanco" liderado por el ex-general Benni Gantz. Ante esta incómoda situación, Trump le ha entregado a Netanyahu un regalo que vale los 2-3 escaños que le faltan para formar gobierno. Trump ha puesto a la coalición 'Azul-Blanco' en un aprieto, dado que está haciendo grandes esfuerzos para arrebatarle al Likud parte de sus votantes derechistas y si no apoya la iniciativa de Trump, perderá al electorado derechista. Pero si la acepta, perderá al electorado de centro izquierda. El Likud esta esperando que Gantz se pronuncie contra el plan de Trump para acusarlo de "izquierdista" y recuperar al electorado de centro-derecha que abandonó el partido después de que la fiscalía acusase abiertamente a Netanyahu de corrupción. Gantz no puede salir bien de este aprieto. El plan de Trump constituye una grotesca interferencia en las elecciones internas israelíes, en línea con tantas actitudes similares que los EEUU han tenido a lo largo de la historia en todo tipo de 'repúblicas bananeras'. El israelí de la calle no capta lo que es tan obvio y muchos de ellos caerán en esta trampa.
Estamos en un momento histórico en que más que nunca necesitamos el apoyo de la comunidad internacional. Dos personajes peligrosos están jugando con la paz en Oriente Medio. Naciones Unidas no pueden permitir que el derecho internacional sea violado impunemente de esta manera.
Sin Permisso.
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