Duke e Pompeo
Maria Fernanda Barreto
En septiembre de 2018 Donald Trump reivindicó ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) lo que los Estados Unidos consideran su derecho sobre el hemisferio occidental, desde la presidencia de James Monroe en 1823. Estas palabras constituyeron un relanzamiento público de la llamada «Doctrina Monroe» como respuesta ante el inminente fin del unilateralismo que había imperado en el mundo a partir de la década de 1990 y que ha puesto en jaque al poder estadounidense, incluso, sobre América Latina y el Caribe.
Si bien esta doctrina nace para justificar el expansionismo de su país sobre América del Norte, en ella se basó su arremetida contra el Congreso Anfictiónico de Panamá convocado por Simón Bolívar y, desde entonces, líderes latinoamericanos como Francisco de Paula Santander en la Nueva Granada prefirieron subordinarse al gobierno estadounidense antes que continuar apoyando el proyecto bolivariano.
Casi 200 años después, continúa siendo la Doctrina Bolivariana la principal amenaza a ese derecho que EEUU cree tener sobre todo el continente del mismo modo que continúa siendo la oligarquía colombiana su principal sostén político, económico y también militar.
La polarización de la política latinoamericana al servicio del unilateralismo
La polarización impuesta por este imperio que se presume global, se profundiza a partir del fin de la llamada «guerra fría» en la década de los 90. Hasta ese momento la disputa geopolítica se presumía entre países capitalistas y países socialistas, pero en estas tres últimas décadas en las que se consolida la unipolaridad, EEUU como centro del poder capitalista mundial, se limita a dividir el mundo entre países subordinados a sus políticas y países no subordinados.
A pesar de lo diferencias entre los proyectos políticos de cada uno de estos países, los bloqueos, «sanciones» y medidas coercitivas unilaterales han empujado la alianza entre los no subordinados, y esto a su vez, se ha usado para sustentar un discurso en el que se les acusa de auspiciar el terrorismo, el narcotráfico o simplemente de ser parte de un «eje del mal» que supuestamente atenta contra la seguridad interna estadounidense, tal como lo establece la orden ejecutiva dictada por Barack Obama contra Venezuela en 2015.
La creación de este «enemigo interno trasnacional» implica que al relanzamiento de la Doctrina Monroe le acompaña una actualización de la Doctrina de Seguridad Nacional para justificar la guerra, la represión estatal y todas las violaciones imaginables a los derechos humanos y al Derecho Internacional.
Ese es el papel que está cumpliendo el uribismo en Colombia, al que Trump ha usado en Florida para cooptar los votos de los sectores más radicales de la derecha colombiana y venezolana que se identifican con el ex presidente colombiano y residen en dicho estado. Ahí, Trump acusó a Bidende recibir el apoyo de Gustavo Petro, mientras en las redes sociales manifestaba su respaldo a Álvaro Uribe Vélez.
Recolonización y etnocidio
Más allá de la exclusión y la violencia a la que han sido sometidas los pueblos indígenas del continente desde la llegada de los colonizadores europeos, la expansión estadounidense sobre la región se expresa también en una nueva oleada de masacres, asesinatos, agresiones sexuales, desplazamiento forzado y robo de las comunidades indígenas y negras. En la actualidad este etnocidio es más visible en Colombia donde ha aumentado dramáticamente su sistematicidad y la cifra de víctimas.
Con este mismo fin se entrenó en Colombia el Comando Jungla del cuerpo de Carabineros de Chile, que desplegado en la Araucanía ha sido responsable del avance del etnocidio contra el pueblo Mapuche.
También con ese espíritu colonialista se ejecutó un golpe de Estado contra el primer gobierno indígena que reconoció a Bolivia como una república plurinacional, y para concretar esta operación masacraron a las comunidades indígenas bolivianas que salieron a repeler la acción dirigida desde EEUU el año pasado, con la que una clase política explícitamente racista, supremacista y conservadora se hizo con el poder colocando a Jeanine Áñez, esposa del político colombiano uribista Héctor H. Hincapié, al frente del gobierno de facto.
A pesar del aparente revés que recibieron los golpistas 11 meses después con el triunfo electoral del Movimiento Al Socialismo (MAS), partido de Evo Morales, sus consecuencias fueron muertes, pérdidas económicas y retrocesos políticos que aún toca enfrentar al primer gobierno indígena del continente.
«América Crece» para recolonizarnos
En diciembre de 2019, Trump lanza su iniciativa «América Crece», cuyo nombre original en inglés es «Growth in the Americas», lo que literalmente se traduce en «Crecimiento en las Américas».
Esta iniciativa se plantea como objetivo apoyar el establecimiento de capitales privados estadounidenses en toda América basándose en la estrategia de nearshore o nearshoring, un mecanismo para la reducción de costos de las empresas a través de la subcontratación en países que le garanticen una disminución de costos fijos, generalmente a través de salarios mucho más bajos y sin cargas sociales, donde los derechos de los trabajadores y trabajadoras no representan una carga para las empresas contratantes.
Un dato curioso es que, al momento de anunciarla públicamente, se encontraban en la Casa Blanca el presidente de Paraguay Mario Abdo Benítez e Iván Duque Márquez, primer mandatario colombiano.
En agosto pasado se anunció la expresión bilateral de esta iniciativa, bajo el nombre de «Colombia Crece», con la presencia de tres altos funcionarios del gobierno de la Casa Blanca, quienes bautizaron a esta iniciativa como un «Nuevo Plan Colombia».
Duque hizo énfasis en que los ejes del «Nuevo Plan Colombia» serán la lucha contra el narcotráfico, la contrainsurgencia y, como era de esperarse, insistió en las acciones contra Venezuela.
Colombia como enclave militar
La ubicación de Colombia en el mapa es de importancia estratégica, posee costas de ambos océanos, une la región mesoamericana con el sur, es la entrada al Amazonas y comparte 2 mil 219 kilómetros de frontera con Venezuela, objetivo prioritario para Washington.
Desde hace tres décadas, con la llamada «Guerra contra las Drogas» y posteriormente con la firma del «Plan Colombia» en 1999, la presencia de militares y contratistas estadounidenses en Colombia está normalizada. Si bien al principio se llegó a autorizar 800 soldados y 600 contratistas civiles gringos en el país, así como el uso de dos bases militares colombianas para esas tropas.
En 2009, Álvaro Uribe, cuando era presidente, llegó a un acuerdo con EEUU para permitir la llegada de militares de ese país a otras siete bases colombianas y garantizar la impunidad de los militares y contratistas civiles estadounidenses en territorio nacional.
Hoy se estiman alrededor de 22 instalaciones estadounidenses en territorio colombiano y no se posee datos certeros sobre el número de militares norteamericanos, cuyos últimos dos contingentes llegaron este año con el supuesto fin de asesorar a las Fuerza Militares de Colombia, entre otras cosas, en dos unidades militares de la frontera colombo-venezolana. La presencia de estos contingentes extranjeros en Colombia está comprobadamente vinculada con el aumento de las violaciones de DDHH contra la población civil y el aumento de la intensidad del conflicto social y armado en los territorios en los que se asienta.
El gobierno colombiano, tanto el actual como los anteriores, ha logrado siempre evadir cualquier control político sobre esta presencia y el ingreso a la OTAN como primer socio global de América Latina, sólo agrava la subordinación de la tropa colombiana a los planes imperialistas en la región.
En Colombia se prueban desarrollos militares y paramilitares que luego se convierten en productos de exportación. Se adiestra en lucha antinarcóticos, a la vez que se fortalece el narcotráfico bajo la administración de la DEA (su siglas en inglés, institución antidrogas de EEUU).
En territorio colombiano se entrenan fuerzas militares y policiales de otros países, se desarrollan doctrinas y manuales, se planifica y hasta se lanzan operaciones militares internacionales, como el bombardeo a Sucumbíos o la «Operación Gedeón«.
La primera víctima de todo esto es sin duda el pueblo colombiano, la segunda es Venezuela, pero toda América es el objetivo final.
Fuente: Misión Verdad
1 comentário:
Lol tudo por causa das Putas LoLAs e NY. :P:D
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