Los eventos en Venezuela este 30 de abril dan cuenta de un intento de golpe de Estado, llamados al amotinamiento militar y el intento de crear una conmoción política a gran escala, que tendría el propósito de emprender el llamado «cese de la usurpación» del presidente legítimo Nicolás Maduro.
Este nuevo episodio en la hoja de ruta destituyente en Venezuela, ha pretendido desatar una refriega de proporciones violentas y el inicio de nuevos episodios de violencia política, esta vez, con la denominación de golpe militar clásico, sin que hasta ahora haya dado resultados efectivos.
Los eventos iniciales y sus motivos
En la madrugada de este 30 de abril, personal de varios cuerpos militares de Venezuela y otros del SEBIN, unos 30 funcionarios, procedieron a facilitar la fuga del dirigente antichavista Leopoldo López, quien luego acompaña al diputado Juan Guaidó a efectuar llamados a la FANB a actuar contra la institucionalidad del país.
Lopez y Guaidó se ubican en el distribuidor vial de Altamira, al este de Caracas, lugar emblemático de las concentraciones antichavistas. Allí realizan llamados a militares y a la población civil para salir a la calle y dar pie a la llamada «Operación Libertad», que para efectos prácticos consiste en el derrocamiento del presidente Maduro. Guaidó hace el falso anuncio de la toma de la base aérea La Carlota, adyacente al distribuidor Altamira, atizando la reacción de seguidores del antichavismo y a los factores militares que presuntamente habrían cooptado para el golpe.
La acción suponía el desarrollo de un efecto en cascada en las guarniciones venezolanas, donde esperaban un amotinamiento contra las líneas de mando de la FANB. Una reproducción a escala superior de las mísmas intenciones previstas en febrero, cuando el pretendido ingreso de «ayuda humanitaria» a Venezuela desde las fronteras de Colombia y Brasil suponía un espacio de quiebre de la FANB.
El intento de golpe se basó en un esquema de guerra híbrida empleando pocos efectivos, con un reducido poder de fuego, mediante una operación de caracter comunicacional y simbólica. Implicaba el punto de inicio de una escaramuza militar a gran escala que no tuvo lugar conforme pasaban las horas.
EEUU en el rol de vocería y patrocinio de los eventos
Días previos a la intentona las vocerías del gobierno estadounidense alineadas a la agenda destituyente en Venezuela, hicieron nuevos llamados a la FANB para que procedieran a dar un golpe contra el presidente Maduro. Esos llamados protagonizados por Marco Rubio, John Bolton y Mike Pompeo como figuras sobresalientes, llevaban consigo una narrativa particularmente tóxica.
El énfasis entre el llamamiento, la amenaza y la promesa de levantamiento de sanciones y emisión de amnistías a los militares que se sublevaran, caracterizaron la narrativa y marcó el contexto previo a este 30 de abril.
La conmoción fuera de Venezuela, podría considerarse superior que la percepción de los venezolanos sobre los eventos. La desproporcionalidad mediática de un «país en caos total» dio forma al abordaje de las grandes cadenas. EEUU y otros gobiernos de la región, como los de Colombia y Argentina, propiciaron los roles de vocería en tiempo real legitimando el golpe y contraviniendo el derecho internacional de manera descarada.
Desde EEUU Marco Rubio indicó a primeras horas de este martes que era «el momento» de los oficiales venezolanos para hacer esfuerzos en «restaurar la democracia». El llamamiento fue extensivo a la población civil a la cual llamó a «tomar las calles» para apoyar a su «gobierno constitucional» representado por Juan Guaidó.
John Bolton hizo pronunciamientos en dirección de llamar a la FANB a «reestablecer» la democracia y en simultáneo el Departamento del Tesoro estadounidense emitió un comunicado declarándose del lado del «pueblo de Venezuela», dando como legítimo el «gobierno» de Guaidó y justificando sus sanciones contra la nación y PDVSA como parte de sus esfuerzos por “restaurar” la democracia en el país.
Donald Trump hizo lo propio desde su cuenta Twitter, declarándose «del lado del pueblo venezolano» y dijo seguir «muy de cerca» los eventos.
Sin embargo, no todo está concluido sobre el nivel de la indiscutida participación estadounidense en el fallido golpe, pese a la notoriedad de los pronunciamientos de sus funcionarios. Es decir, dado el planteamiento operativo, Washington ha demostrado tener hasta ahora una función de vocería y timoneo a distancia, gestionando y respaldando una acción militarmente frustrada, pero que recayó en personal venezolano.
Desde horas del mediodía en Venezuela, el senador por Florida y promotor de una invasión estadounidense a Venezuela, Rick Scott, anunció desde su cuenta Twitter que se mantenía en comunicaciones con John Bolton y que este le habría manifestado poseer «información confusa» sobre los eventos en Venezuela. También hizo un llamado a enviar tropas estadounidenses a Venezuela.
En efecto, Elliott Abrams, principal operador delegado por la Casa Blanca, indicó que la situación en Venezuela era «confusa» y que la información que recibían era «contradictoria».
En una aparición pública, John Bolton respaldó las acciones de desestabilización en Venezuela. Esto debe leerse como quien asume el control de daños por parte del gobierno estadounidense, en horas en que la operación no tenía posibilidad de alcanzar los objetivos.
En sincronía con la aparición de Bolton, la desarticulación de los grupos en el distribuidor Altamira había sido efectiva, Leopoldo López según la cancillería chilena, había solicitado asilo en su sede diplomática en Caracas y un grupo de militares insurrectos habría solicitado asilo en la embajada de Brasil.
Sin presentar algún resultado concreto y apenas reiterando el discurso de deslegitimación al presidente Maduro, Bolton se refiere a la situación como «eventos en desarrollo en Venezuela», aunque para esas horas la situación podía darse como dislocada. El presidente Maduro declaraba total calma en las guarniciones del país y el Ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, declaraba como «mediocre» a la intentona.
La «Operación Libertad» como acto político fallido
Juan Guaidó, quien en reiteradas ocasiones se refirió al «cese de la usurpación» en Venezuela mediante la denominada «Operacióin Libertad», ha logrado apenas cosechar la «libertad» de Leopoldo López, quien escapó de su arresto domiciliario, tal como lo ironizara Diosdado Cabello, Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, desde su cuenta Twitter. Primer signo del fracaso político del intento.
La operación se desmoronó militarmente cuando comenzó a debilitarse el componente armado en el distribuidor Altamira, mediante la deserción de personal militar que luego de entregarse a las autoridades declaró que había sido llevado al lugar bajo engaño. La base aérea La Carlota no fue tomada ni por elementos armados, ni por civiles, ni se dieron a conocer reportes sobre escaramuzas o situaciones irregulares en ninguna guarnición el país.
Sin embargo, luego de las convocatorias a la calle, seguidores del antichavismo reaparecieron en su presentación violenta en reductos históricos, concentrándose y generando el cierre de vías y choques con los cuerpos de seguridad.
Al final de la tarde del 30 de abril, las reacciones violentas y focalizadas del antichavismo no contaron con acompañamiento de sectores castrenses, menguando con la caída de la noche, reproduciendo momentos de los años 2014 y 2017. Un «deja vú» de una deriva violenta, sin conducción, errática y desgastante para el propio antichavismo. Para efectos prácticos, el fracaso de esta jornada es militar, pero también es político, simbólico y comunicacional.
El golpe fallido visto desde la FANB
Varias consideraciones desde el chavismo y la oposición, dentro y fuera de Venezuela, coinciden calificando el evento como un monumental fracaso, un acto «mediocre» que apresuradamente ha agotado la carta del golpe militar clásico en Venezuela. Por lo «improvisado» que ha sido el evento, da cuenta de la posibilidad de que haya mandos militares que en teoría habrían respaldado las acciones, pero que recularon.
Queda confirmada la participación en la intentona del General de División Manuel Ricardo Cristopher Figuera, Director del SEBIN, para empezar, facilitando el escape de Leopoldo López de su arresto domiciliario. Así fue denunciado a Unión Radio por el constituyentista Gerardo Márquez.
Este fue el evento de mayor gravedad, pues da cuenta de los niveles de cooptación dentro de las instituciones y cuerpos de seguridad de Venezuela, por parte de los operadores de la desestabilización. Un factor que ha sido enfatizado por Elliott Abrams en diversas oportunidades.
Sin embargo es también un hecho indiscutido que los mandos militares siguen alineados al presidente Maduro y que la institucionalidad castrense no se ha visto diluida o fragmentada, pese a las presiones que han sido instrumentalizadas desde la propia Casa Blanca. Este es sin duda el causal medular del fracaso de la operación golpista de este día.
El agotamiento de los operadores esenciales
El destino político de Leopoldo López y de Juan Guaidó, ha quedado en entredicho. En un mismo movimiento en falso, los dos operadores principales del partido Voluntad Popular, favoritos de Washington, han quedado inhabilitados para maniobrar de forma abierta dentro de Venezuela.
Su posición ahora de «outsiders» en la trama política, necesariamente los convoca a la continuidad de la fase violenta y en su apelativo militar, sin que tengan garantía de apoyo en la FANB en lo sucesivo. Lo que quiere decir que la situación podría tercerizarse vertiginosamente a la intervención abierta de Washington.
Juan Guaidó, quien antes de estos eventos estaba en una posición irrelevante en la trama política interna de Venezuela y fungía sólo como factor de «legitimación» de las acciones de Washington contra Venezuela fuera del país, pasa a una posición indefinida y con un «cara a cara» en ciernes con la justicia venezolana.
El chavismo resiste nuevamente
Nuevamente el chavismo dio a conocer su sólida cohesión política e institucional. Los eventos de este día desde las primeras horas de la mañana, sirvieron para que el chavismo blindara su cualidad de fuerza simbólica cuando miles se concentraron desde temprano en las afueras del Palacio de Miraflores, reeditando con las particularidades de este tiempo, la épica del 13 de abril de 2002 y el desmantelamiento del golpe de Estado consumado ese año.
La cohesión cívico-militar del chavismo es un elemento indispensable a subrayar. Se revitaliza el sentido de coherencia del chavismo como entidad política y social, moralizándose su base y afianzándose la posición del presidente Maduro, como una contraposición evidente de cara al fallido y «mediocre» intento. Ambas variables desnudan y caracterizan el momento político de Venezuela.
Para el chavismo las próximas horas serán de legitimación de la cohesión de sus instituciones y su posicionamiento pacifico en las calles venezolanas.
La previa del 1 de mayo, fecha en que el chavismo y la oposición han convocado a movilizaciones, viene marcada por dos denominadores esenciales. Por un lado la violencia convocada por el antichavismo y la canalización de la frustración del golpe fracasado a la reacción social, y por otro, la ratificación del chavismo de su posición de movilización en favor de la paz.
*Misión Verdad
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