Hans-Werner Sinn, uno de los economistas más influyentes de Alemania, está fomentando un viejo error alemán en el debate acerca de la respuesta política a la crisis del coronavirus. En una entrevista con la Neue Zürcher Zeitung (NZZ), vincula la hiperinflación tras la Primera Guerra Mundial en la República de Weimar, que empobreció a la clase media alemana, con una consecuencia aparente: “Diez años después eligieron a Adolf Hitler como Canciller del Reich”.
Sinn alimenta una mala interpretación bastante común de la historia económica. La pobreza masiva en el momento en que los nazis llegaron al poder en 1933 no fue el resultado de la hiperinflación, que de hecho había terminado diez años antes. El aumento de la pobreza fue principalmente una consecuencia del desempleo masivo provocado por la profunda recesión de principios de los años 30. Los nazis habían llegado al poder en 1933 después de años de deflación (es decir, la caída de los precios al consumidor).
A partir de 1930, el Canciller Brüning utilizó decretos de emergencia para aumentar los impuestos y recortar drásticamente el gasto público, lo que acribilló la red de seguridad social. La austeridad fiscal condujo a un aumento del desempleo, exacerbó el sufrimiento social y contribuyó al malestar político. Como muy tarde a finales de 1931, Hitler se dio cuenta de que las políticas de austeridad de Brüning “ayudarían a mi partido a ganar, y por lo tanto acabarían con las ilusiones del sistema actual”.
El análisis de los datos de las cuatro elecciones alemanas celebradas entre 1930 y 1933 muestra, en efecto, que los votantes de las zonas más afectadas por los recortes de gastos y los aumentos de impuestos proveyeron de un número significativamente mayor de votos a los nazis, apoyando así a Hitler en su ascenso al poder.
La hiperinflación fue de hecho un evento traumático para gran parte de la población alemana. Pero la hiperinflación no lleva derecha al ascenso de los nazis. Incluso si uno estuviera de acuerdo con Sinn en que la hiperinflación “preparó el caldo de cultivo para los nazis”, sus comparaciones seguirían siendo problemáticas: ¿por qué la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) hoy en día conduciría a una hiperinflación similar a la de principios de los años 20?
La financiación directa del gobierno por parte del banco central alemán en aquel entonces era muy diferente de la política monetaria del BCE en la actualidad. El BCE no está financiando directamente a los gobiernos. Está comprando bonos de los inversores, lo que principalmente aumenta las reservas del banco central en manos de bancos comerciales, pero no desencadena la inflación mientras las economías están funcionando muy por debajo de sus capacidades productivas. El problema actual es la presión deflacionaria; incluso en Alemania, las tasas de inflación han sido negativas en los últimos meses.
¿Por qué tiene que insistir Hans-Werner Sinn –después de años de advertencias sobre la inflación que hasta ahora no se han materializado– en más advertencias sobre la hiperinflación? No explica de manera convincente los mecanismos a través de los cuales las políticas actuales se supone que causan la hiperinflación.
Hans-Werner Sinn, recurriendo a su interpretación errónea de la historia económica, no sólo pide una política monetaria más restrictiva, sino también “limitaciones presupuestarias más estrictas” después del coronavirus para evitar la hiperinflación. El llamamiento de Sinn para que se pase rápidamente a la consolidación fiscal a fin de evitar un giro político hacia la derecha después del coronavirus es una distorsión peligrosa, dado que los efectos negativos de las políticas de austeridad fueron un factor esencial a principios de los 30 en el posterior ascenso al poder de los nazis.
Una encuesta representativa de Haffert, Redeker y Rommel muestra que sólo uno de cada 25 alemanes sabe aún hoy que la crisis de entonces se caracterizó por la deflación. Casi la mitad de los encuestados relacionan el desempleo masivo y la pobreza de principios de los años 30 con la hiperinflación de diez años antes. Y además, esta idea falsa es mucho más común entre los alemanes con más formación y más interés por la política. En otras palabras: los que siguen de cerca la política monetaria del BCE son, por lo tanto, mucho más propensos a sacar las lecciones equivocadas de la historia alemana, y a dejarse engañar por comentarios como los de Hans-Werner Sinn.
Los efectos que la inflación desenfrenada tuvo en la República de Weimar están profundamente arraigados en la memoria colectiva alemana. La reciente entrevista de Hans-Werner Sinn es una importante muestra de este tipo de pensamiento. Dada esta lectura de la historia, Sinn está más preocupado por cualquier forma de política monetaria expansiva, incluso en un entorno potencialmente deflacionario.
Hitler llegó al poder después de años de deflación, exacerbada por la austeridad fiscal. Sin embargo, el temor a la deflación es difícil de encontrar en Alemania, mientras que destacados comentaristas siguen fomentando el miedo a la hiperinflación. Los alemanes están en gran medida recordando mal su propia historia.
Las malas interpretaciones de la historia pueden ser trascendentales si llevan la política económica por el camino equivocado. Para evitar esto, economistas importantes como Hans-Werner Sinn no deben quedar sin respuesta cuando avivan tan peligrosas equivocaciones.
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