Cada crisis -ya sea económica, política o sanitaria- agrava y hace visibles las estructuras, las lógicas profundas y las contradicciones de una sociedad dada. En la que estamos viviendo, la logística se está afirmando una vez más como ámbito estratégico y como talón de Aquiles de la economía globalizada. Desde los trabajadores de los almacenes catapultados a la primera línea a las cadenas de suministro globales que difunden el virus, desde los aviones de carga que transportan mascarillas desde China a los escándalos sanitarios en los almacenes, el sector de la logística asume alternativamente la imagen del salvador y del culpable. Con el objetivo de identificar líneas de análisis y perspectivas de intervención política, a mediados de marzo se inició una investigación colectiva, mediante la creación de un Grupo de Investigación Logística (Groupe d’Enquête Logistique, G.E.L). Este texto es la primera síntesis de un trabajo colectivo todavía en curso.
Pandemia just in time
Más que nunca, la actual crisis sanitaria pone en evidencia la logistización del mundo. La pandemia sigue la ruta del comercio mundial y forma parte de una generación de virus cuya nocividad no se debe tanto a nuevas formas biológicas como a modalidades aceleradas de transmisión y circulación. Viajando en seres vivos u objetos, en camiones, autobuses, aviones o cargueros, en los mercados, en los aeropuertos y en las metrópolis, la Covid-19 se introduce en cada poro (y puerto) de las economías globalizadas. Confiriendo a las infraestructuras del capitalismo una impronta viral, exacerba y hace visible su carácter nocivo.
La dependencia decisiva del capitalismo con respecto a las infraestructuras logísticas globales ha provocado reacciones políticas contradictorias, que inicialmente han consistido en movilizar el cierre de fronteras, como si la pandemia fuese sensible a los reflejos nacionalistas.
Pero los circuitos logísticos han superado rápidamente estos vínculos. Para evitar el cierre de las fronteras entre Francia e Italia, por ejemplo, el flujo de mercancías ha sido desviado a través de Suiza y Luxemburgo, como testimonian los trabajadores.
Muy rápidamente, los sectores del transporte de mercancías y del almacenaje han aparecido como indispensables para la reproducción de la sociedad confinada, especialmente en el sector alimentario y sanitario, y el sector ha aprovechado la ocasión para reivindicar el glorioso status de operador de vital importancia. El Secretario de Estado para la Economía Digital, Cédric O., incluso ha dado un paso adelante, haciéndose eco de la retórica militarista de Macron, comparando el sector de la logística con las “retaguardias” que deben “resistir” y empujar a los propios asalariados a seguir trabajando, dejando de lado rápidamente las preocupaciones sobre las condiciones sanitarias en los puestos de trabajo. Peor todavía, la ministra de trabajo, Muriel Pénicaud, anunció el aumento del límite máximo de la jornada diaria de trabajo, desplazándolo hasta las 12 horas, y del horario de trabajo semanal hasta las 60 horas en los sectores considerados estratégicos, incluida la logística 1/. Aplicar estos ritmos infernales, físicamente insostenibles, para las actividades de desplazamiento significa querer destrozar los cuerpos además de infectarlos. Estas excepciones al estatuto del trabajo constituyen también una forma sin precedentes y muy preocupante de extensión de las disposiciones del estado de emergencia al mundo del trabajo. Advierten del riesgo de una oleada disciplinaria que, además del aspecto policial, contaría también con un aspecto relativo a la gestión.
El virus del beneficio
Desde el punto de vista de las empresas, esta importancia estratégica en tiempos de pandemia se presenta repentinamente como una oportunidad para los negocios. Al comienzo de la crisis, la gran distribución ha tomado ventaja de la necesidad de almacenar los alimentos para las familias y de satisfacer las exigencias de aprovisionamiento de las poblaciones confinadas, tanto en Francia como en otros lugares 2/. En las revistas especializadas, la crisis sanitaria se ha presentado como un maná caído del cielo para las grandes empresas de logística, con almacenes y centros de distribución que funcionaban a pleno rendimiento para reabastecer a los supermercados o distribuir directamente a los particulares 3/. Los principales grupos de venta al por menor han acelerado así su conversión al e-commerce y a la entrega a domicilio, también mediante formas de colaboración con las principales plataformas de entrega (Uber Eats y Deliveroo), modalidades que son susceptibles de convertirse en el modo de consumo privilegiado por una sociedad bajo la amenaza constante de una crisis sanitaria.
Puesto que las actividades logísticas son muy sensibles a las variaciones económicas, el sector ha registrado sucesivamente una ralentización general, debida a un cambio coyuntural de los modelos de consumo durante el confinamiento. Los líderes de la logística de congelados, por ejemplo, han anunciado pérdidas sustanciales y el Grupo STEF ha tratado incluso de compensar las pérdidas aumentando los precios un 8,5%, antes de tener que retirarse bajo presiones de la competencia. En los almacenes del grupo Carrefour las cantidades manipuladas han disminuido un 15% a mediados de abril y el valor medio del envío ha sufrido un fuerte descenso, lo que demuestra de forma evidente que las compras se han desplazado hacia los bienes de primera necesidad, como demuestran también los datos INSEE 4/. Más que las medidas gubernativas, es sobre todo esta reacción —de necesidad, de cautela, pero que puede ser definida como política— la que ha frenado al sector de la gran distribución.
En su conjunto, también el comercio online parece haber acusado la reducción de las adquisiciones. En los primeros reconocimientos efectuados a finales de marzo por la federación del sector, tres cuartas partes de las empresas han anunciado una reducción en las ventas, a veces significativas 5/. Sólo los gigantes del e-commerce y de las entregas —como Amazon, UPS y Fedex— han logrado mantener o incluso aumentar los beneficios a pesar de la crisis. La prueba es que las multinacionales de la logística están reclutando y tratando de atraer trabajadores en todo el mundo. En la que parece también una importante operación de comunicación, Amazon ha anunciado el reclutamiento de 175.000 personas en EE UU en sólo dos meses. Los inversores comprendieron bien el dato y las acciones de Amazon alcanzaron máximos históricos 6/.
A pesar de la ralentización de los negocios debida al cierre de restaurantes y alos despidos, también la logística urbana del capitalismo de plataformas podría ser, a largo plazo, una gran vencedora de la crisis, extendiendo su cuota de mercado habitual a otro tipo de servicios y a colaboraciones público-privadas. Uber Eats, Deliveroo y los otros gigantes de la gig-economy se limitan a enviar emails a los riders –que asumen el riesgo que los clientes no quieren correr— para recordarles las medidas higiénicas de una entrega sin contacto imposible de realizar de hecho. En el otro extremo de la cadena, a los restaurantes que los utilizan se les ofrece comisiones más bajas como incentivo para entrar en el mercado. En EE UU, Uber y Lyft están tratando de tomar ventaja en el transporte de personas vulnerables y bienes sanitarios, desarrollando aplicaciones específicas (Uber Health y LyftUp) mientras DoorDash se ha convertido en socio de la ciudad de Nueva York para repartir comida a los estudiantes vulnerables. En Europa, Deliveroo, JustEat y Uber estarían en negociaciones con el gobierno británico para desarrollar servicios de entrega para las personas ancianas y/o vulnerables.
También la logística farmacéutica se encuentra entre las principales beneficiarias de la emergencia sanitaria. La enorme exigencia actual de estos productos están creando jugosos mercados públicos y privados para los cuales están en curso guerras comerciales entre los grandes grupos que controlan este sector. En concreto, frente a la carencia de mascarillas, el gobierno ha hecho llamamiento a las redes tentaculares de subcontratación de estas multinacionales, esperando compensar así sus tardías reacciones. Encomendándose antes de nada a grupos logísticos, farmacéuticas, como el líder europeo EHDH, se dirigió después —de forma relativamente caótica— a las filiales privatizadas de grupos públicos y privados y, en particular, a Geodis, la filial logística de la SNCF 7/. Publicitada como la solución milagro, la realización de un puente aéreo con China —con los aviones de carga Antonov y por un millón de euros por vuelo— parece sobre todo una huida hacia adelante, una zambullida todavía más profunda en los mecanismos que están precisamente en la raíz de la crisis.
Así pues, en cada subsegmento del sector parece tomar forma una nueva fase de concentración de las actividades y de los beneficios en manos de unos pocos grandes operadores. Como tras la crisis financiera del 2008, se está asistiendo a fallos en cascada entre la miríada de pequeños subcontratistas de transporte sobre los cuales presionan las multinacionales. A esto podrían seguir masivas adquisiciones por parte de grandes grupos, acompañadas de reestructuraciones, oleadas de despidos y una intensificación general del trabajo. El precio de la crisis será pagado en última instancia por los trabajadores y trabajadoras del sector bajo la forma de regímenes de explotación más duros.
El precariado del flujo
La gestión capitalista de la pandemia ilumina la centralidad de todo un mundo de trabajo cuyo salario es inversamente proporcional a la utilidad social. Por el lado de la cadena logística, obviamente, están las cajeras: encargadas de garantizar la continuidad de las ventas están, junto a los riders, entre las más expuestas al contagio. Pero la primera línea se compone también de aproximadamente 800.000 trabajadores y trabajadoras de la logística, cuya mayor parte trabaja en almacenes situados en la periferia de grandes áreas urbanas. Más del 80% de estos trabajadores son hombres, la mayor parte de los cuales son racializados. Contando las 550.000 personas que trabajan en el transporte de mercancías (en camiones, furgonetas, bicicletas o motos), son más de 1,3 millones de trabajadores y trabajadoras las que trabajan cotidianamente en la circulación de mercancías, es decir, más del 25% de las y los trabajadores de Francia hoy en día, frente a sólo el 16% en los años 80.
La logística ha sido desde hace tiempo un sector marcado por la precariedad del trabajo y un frente de experimentación de todas las formas atípicas de contrato y de elusión del derecho laboral. Mientras en los almacenes la fuerza de trabajo es a veces en su mayoría temporal, en el transporte una parte creciente del «proletariado de las carreteras» es trabajador autónomo (artesano, autotransportador) o trabajador desplazado. Además, en los últimos diez años, se ha asistido a una creciente utilización de varias formas de contratos indefinidos degradados, como los «grupos de empleadores», y desde el comienzo de la epidemia al lanzamiento de una plataforma para compartir a las y los asalariados mediante el préstamo de trabajo.
La crisis sanitaria evidencia y exacerba las condiciones de trabajo y ocupación de estos trabajadores de los servicios. Para garantizar la continuidad del comercio y sobre todo para sustituir, de forma preventiva, a las y los empleados de baja por enfermedad o de permiso, las multinacionales de la logística tratan de captar la mano de obra disponible a partir la caída de la actividad en otros sectores 8/. Las agencias de trabajo temporal en los grandes centros urbano están viendo una explosión de la demanda para los centros logísticos de Amazon o para las compañías de mensajería multinacional. Del mismo modo, las plataformas se apoyan en gran medida en la mano de obra migrante, que opera alquilando cuentas de terceros, que no tiene acceso al amplio sostén financiero excepcional del Estado, y que por lo tanto no tiene otra opción sino la de continuar trabajando.
Para las y los trabajadores temporales de la logística, que a menudo trabajan sin protección, el derecho de retirada [abandonar el trabajo porque no reúne las condiciones sanitarias adecuadas] es sólo teórico. Al contrario, están constreñidos a esconder posibles debilidades físicas para no ser excluidos de los canales de reclutamiento. Además en un trabajo ya difícil y patógeno, actualmente también añade el miedo al contagio, desplazándose de un puesto de trabajo a otro o manejando objetos mediante los cuales el virus puede transmitirse. Es esta difusión en cascada del riesgo de contaminación lo que llevó a la muerte de un trabajador temporal infectado de Covid-19 en el almacén Fedex de Roissy [norte de Paris] y a la de un trabajador temporal que trabajaba como agente de rampa en el aeropuerto de Roissy. Hasta el 15 de marzo, este último descargaba «cargueros provenientes de China, hasta cinco al día, sin guantes, sin mascarilla, sin protección». El 2 de abril, diversas agencias de trabajo temporal retiraron a sus empleados de la web de Fedex a consecuencia de un aviso formal de la inspección del trabajo; un trabajador temporal resumió así el dilema afrontado por estos trabajadores precarios: «o tienes el Covid o te mueres de hambre» 9/.
Por el contrario, para las empresas que están sufriendo una ralentización de la actividad, el trabajo temporal les ha permitido desembarazarse de gran parte de la mano de obra sin ningún coste. Contratados con contratos semanales, estas decenas de miles de trabajadores y trabajadoras no son objeto de las medidas de trabajo sobre horario reducido y deben contentarse con prestaciones menguadas por las sucesivas reformas de la cobertura del desempleo 10/. Sin embargo, tampoco las y los asalariados estables salen indemnes: en un sector en el que las primas de productividad y las pagas extras pueden representar hasta una cuarta parte de la retribución; pasar a una jornada de trabajo reducida implica a menudo pérdidas de beneficios mensuales de aproximadamente 500 euros.
Resistencias sanitarias en los almacenes
La experiencia de quien tiene un trabajo precario es sólo una lente de aumento de las condiciones de trabajo habituales en todo el sector. En muchos almacenes no se respetan las reglas sanitarias fundamentales. Y en tiempos de pandemia más que nunca, puesto que faltan las mascarillas, los guantes y el gel. Los paquetes llegan desde cualquier parte, circulan de mano en mano, como los instrumentos de trabajo. Algunos puertos de carga requieren de la colaboración de más personas y, en las líneas de clasificación, el trabajo se desarrolla en proximidad. En las filiales del grupo logístico farmacéutico EHDH, por ejemplo, la falta de dispositivos de protección es evidente, mientras en las plataformas circulan paquetes llenos de mascarillas. En Eurotranspharma los casos se están multiplicando y sólo a consecuencia de interrupciones y presiones por parte de las secciones sindicales se ha efectuado una limpieza completa de locales y camiones, al mismo tiempo que la dirección ha proporcionado mascarillas y gel en cantidades suficientes.
Los testimonios en el almacén demuestran que, en realidad, en muchos casos es la propia gente asalariada quien pone a disposición los medios individuales y colectivos de protección. En los centros de trabajo en los que están presentes sindicatos combativos, las y los representantes de los trabajadores son a menudo los primeros en darse cuenta de la entidad del peligro. Aquellos que están habituados a gestionar los paquetes provenientes de China y de todo el mundo se han dado cuenta antes que nadie que el virus estaba mucho más cerca de lo que pensábamos y que ellos mismos ya habían sido expuestos. Antes de que fuesen puestas en marcha las medidas de confinamiento, y mientras los medios presentaban al virus como lejano, ya habían dado la alarma pidiendo reuniones urgentes con la dirección. Provenientes en su mayoría de los barrios populares, estos precursores y precursoras son quienes, sistemáticamente, son acusados de comportamientos incívicos por los medios mainstream y por gran parte de la clase política.
En diferentes almacenes, son los trabajadores con contratos indefinidos quienes se han encargado de distribuir los equipamientos sanitarios, de forma que también las y los temporales pudiesen beneficiarse de ellos. Al comienzo de la crisis, en el almacén del Grupo Geodis en Gennevilliers no se proporcionaron dispositivos de protección, obligando a las secciones sindicales a organizar por sí mismas la distribución de mascarillas, recurriendo a las reservas acumuladas para protegerse de los gases lacrimógenos durante las manifestaciones. Para colmo, la empresa se ha adjudicado uno de los principales contratos para el transporte de las mascarillas FFP2 pagadas por el Estado francés. El 17 de marzo, sólo cuando un empleado mostró una insuficiencia respiratoria en un andén de carga, dio positivo en Covid-19 y fue internado en el hospital en estado grave durante una semana, la dirección tomó medidas significativas. Bajo la presión del sindicato, esta plataforma, que no suministra ningún bien de primera necesidad, fue finalmente ralentizada, ya que las y los asalariados pudieron hacer valer su derecho al trabajo en jornada reducida.
Por norma, cuando estos trabajadores y trabajadoras ponen en riesgo su salud, lo hacen para velar por sí mismos y por sus familias. Pero con la pandemia, la contradicción entre salud y beneficios se ha llevado al límite. La protección de los cuerpos (propios y de los seres queridos) llega a ser entonces una posible fuente de conflicto y de rechazo del trabajo. Muchos asalariados han explicado que iban al trabajo con un «nudo en el estómago» y que volvían a casa con esta ansiedad, temiendo contaminar a las personas con las que vivían, ancianas en ocasiones. A falta de una estructura sindical que controle el nivel de protección —como ocurre en la mayor parte del sector— se han multiplicado las formas de absentismo o de rechazo del trabajo. Las tasas de absentismo han sufrido una explosión, superando el 50% en algunos lugares. En muchas empresas, esta situación contrasta con el trabajo de la gerencia, que se encuentra en teletrabajo y envía mensajes de ánimo a los trabajadores a través del correo electrónico.
Frente a los riesgos que corren estos trabajadores y trabajadoras, el gobierno invita simplemente a las empresas a pagar una prima exento de impuestos, dejando la iniciativa a la discreción de la empresa, según el mismo modelo propuesto en respuesta al movimiento de los Chalecos amarillos. Esta política de bonificaciones casuales parece ser la única respuesta del gobierno a la precariedad. Diversos sindicalistas locales han rechazado ya las irrisorias sumas que le han ofrecido a cambio de un riesgo mortal. En los grupos logísticos farmacéuticos como EHDH, se habla de 100 euros en condiciones de presencia continuada. Por tanto, no afectará a quien haya debido tomarse un día libre, para ocuparse de los hijos o para asistir a sus padres. Un acontecimiento extraño: en Clermont-Ferrant, 80 trabajadores temporales de una plataforma de Auchan, apoyados por 200 nuevos asalariados, abandonaron el trabajo cuando el director del establecimiento anunciói que no habría ninguna bonificación para ellos.
Alcanzar un nivel de protección satisfactorio implicaría en todo caso una profunda transformación de la organización del trabajo, lo que resulta impensable para las empresas, incluso en tiempos de crisis sanitaria. En la mayor parte de los sitios logísticos, sólo el cierre o una drástica reducción de los volúmenes gestionados puede realmente proteger a las y los empleados. Para mantener los niveles de producción, la gestión se aferra a la incertidumbre por la falta de test. Cuando aparecen los síntomas, los trabajadores se retiran o son enviados a casa sin informar al resto del personal. Muchos responsables sindicales explican que ellos mismos deben llevar a cabo investigaciones, en un lapso de tiempo que aumenta el peligro, para identificar los riesgos. Solamente cuando se presiona la dirección termina por reaccionar ante el temor de escándalos mediáticos o a demandas legales en caso de situaciones graves. La propia dirección de Amazon fue obligada a reconocer su falta de preparación y las numerosas «lagunas» en la implementación de las medidas de protección 11/. Más tarde, los testimonios de los trabajadores y trabajadoras probaron la existencia de un verdadero peligro, en particular en el almacén de Brétigny-Sur-Orge, donde a principios de abril se verificaron cuatro casos confirmados de Covid-19, entre los cuales se encuentra una persona en coma. En un montaje de vídeo amateur, podemos ver a los trabajadores y trabajadoras amontonados a la entrada del almacén tras haber tomado el transporte público abarrotado.
El 14 de abril, una decisión judicial dio la impresión de que la actual tragedia sanitaria estaba siendo afrontada de forma inadecuada. El Tribunal de Nanterre ordenó a Amazon implementar medidas de protección para sus trabajadores y trabajadoras, así como limitar su actividad sólo a los productos esenciales. Dos días después, la multinacional anunció el cierre de sus principales almacenes franceses hasta el 5 de mayo. Si la noticia es sorprendente, recuérdese ante todo que Amazon está lejos de representar al sector de la logística y que miles de almacenes permanecen abiertos. Como sucede ya desde hace algunos años, Amazon sirve de pantalla, un blanco mediático fácil, que finalmente exculpa a todos los demás. Amazon reaccionó rápidamente anunciando que sus entregas se mantendrían. El grupo se encomendará efectivamente a sus almacenes en el exterior —como ya hace en caso de huelga— y a la red de suabastecimiento tentacular que utiliza también en tiempos normales 12/. Conocida por estar siempre a la vanguardia en la innovación en el campo de la explotación de las y los trabajadores, la multinacional está inventando así el dumping sanitario en plena pandemia.
¿Qué es lo esencial?
La cuestión de qué es esencial y qué no subraya fundamentalmente la asunción de riesgos diferenciados a los que están expuestas las diferentes categorías de trabajadores. A nivel nacional, muchos gobiernos afirman constantemente que la producción se limita sólo a las actividades esenciales. Pero este límite es eminentemente político. En Italia, donde se han verificado huelgas espontáneas u organizadas en muchos almacenes del norte para pedir medidas de seguridad, todo el sector de la logística se incluye en la lista de los sectores esenciales publicada por el gobierno el 2 de marzo. No importa si se trata de comida o de zapatos de marca. Del mismo modo, en Francia, los supermercados permanecen abiertos y siguen vendiendo electrodomésticos o aparatos de alta tecnología, arrastrando a contracorriente toda la cadena logística para el suministro de estos productos. Sin embargo, para reducir la actividad sería suficiente con desactivar una línea del código en el software de gestión, el código no alimentario, por ejemplo, como hacen ya los grandes grupos en respuesta a las grandes huelgas.
Una vez más, el caso Amazon ha dado vida a toda una dramaturgia de Estado y de justicia frente a la sociedad recalcitrante. Desde los primeros momentos de contención, Amazon ha jugado en la ambigüedad prometiendo limitar su actividad sólo a los bienes alimentarios y del hogar, una categoría sacada de la nada y expandible a voluntad. Como resultado del procedimiento iniciado por Sud-Commerce en el Tribunal de Nanterre, el tribunal ordenó a la multinacional limitar la actividad a la «preparación y expedición de órdenes de productos alimentarios, productos higiénicos y productos médicos». En tanto esta decisión fue confirmada tras el recurso, con una sentencia sin precedentes, el Tribunal de Versalles amplió la lista de los productos afectados, añadiéndole dispositivos high-tech e informáticos, considerándolos «indispensables para el teletrabajo». Así los trabajadores y trabajadoras deben trabajar corriendo riesgos, mientras que los dirigentes trabajan bajo protección, una especie de serpiente (capitalista) que se muerde la cola.
Estas contradicciones muestran hasta qué punto las empresas anteponen la producción a la salud de las y los empleados y de sus familias. Están en línea las del gobierno, que adoptó un tono marcial —de protección y unidad nacional— al mismo tiempo que evocaba de forma inmediata una vuelta a la «guerra económica» que será necesario desarrollar. Los dirigentes de los principales grupos logísticos no dudan en utilizar este apoyo incondicional, explicando a los representantes del personal que el Estado les está obligando a continuar con la actividad, como hemos escuchado en Amazon, Geodis o EHDH. El significado de este discurso es claro: no se puede proteger a todo el mundo, es necesario hacer sacrificios por la economía. El hecho de que los empleados del sector metalúrgico y logístico se hayan movilizado en Italia con el eslogan no somos carne de cañón es ya un indicativo de la conciencia de la hipocresía que está detrás de las peticiones de mantener la producción.
Por lo tanto, es hacia los modos de producción —y no hacia los modos de consumo— hacia donde debe dirigirse la reflexión acerca de lo que es esencial y lo que no. Las acusaciones a consecuencia de peticiones de sex toys o esmalte para uñas, realizadas por los principales medios de comunicación, son un buen ejemplo de la ambigüedad de este discurso. Tienen una evidente carga moral, orientada además a la sexualidad, con el pretexto de proteger a las personas. En realidad, sólo cuando se establece una relación de fuerzas dentro de las empresas, o desde el exterior pero hacia la empresa, es cuando se pueden imponer limite a la producción y a la distribución. En otras palabras, no poner el foco en el comportamiento de las y los consumidores, sino en la organización productiva en su conjunto. El caso de Lombardía nos muestra hasta qué punto son fundamentales estas luchas, porque hoy sabemos que la región está siendo duramente golpeada debido a la densidad de su tejido industrial y urbano… y porque las fábricas cerraron demasiado tarde o siguen funcionando.
Hacia el cuerpo a cuerpo
Si por un lado las cadenas de aprovisionamiento global son designadas por el papel que desempeñan en la difusión de la pandemia, por otro se les señala paradójicamente como salvavidas para la supervivencia en tiempos de confinamiento. Estos salvavidas son a veces inoperantes, considerando la dificultad que las economías occidentales tienen para obtener suficientes mascarillas de Asia. Hay pocas posibilidades de que estas «lagunas logísticas» —identificadas por el propio Macron— se resuelvan tras la crisis. Y hay motivos para temer una próxima fase de concentración-reestructuración del sector, del tipo de la que desde hace cuarenta años está degradando las modalidades de organización y de trabajo a todos los niveles de la cadena logística: desde quien trabaja en el almacén al rider.
Ya sea a nivel empresarial, estatal o internacional, lo que resulta evidente es sobre todo la incapacidad de las instituciones capitalistas para gestionar la crisis sanitaria. El mundo de la gestión y sus avatares gubernativos no tienen, en sus sistemas de pensamiento, instrumentos adecuados para una situación que exige ante todo la tutela de los cuerpos. En los almacenes, el virus se suma a la lumbalgia, a los trastornos músculo-esqueléticos y a otras patologías derivadas del gesto repetido infinitamente. A veces estas se acumulan, como en el caso de los factores de co-morbilidad —como la insuficiencia cardíaca y pulmonar y la diabetes— que notoriamente golpean más frecuentemente a las clases populares, precisamente a causa de las condiciones de trabajo y de vida.
Subráyese el papel saludable desempeñado por las y los trabajadores que supieron tomar las riendas de la situación en estas enormes y dramáticas lagunas. En algunos casos se puede decir que han sido las y los activistas sindicales quienes asumieron la gestión sanitaria de los almacenes, garantizando la distribución de los dispositivos de protección y monitorizando la implementación de las medidas sanitarias. Esta afirmación de un poder autónomo en la fábrica recuerda también a lo observado en los hospitales, con los equipos médicos que sustituyen una gestión obsoleta. Cuando este poder no puede ser expresado por falta de organización colectiva, las formas de elusión o de rechazo del trabajo, ya sea mediante la ocupación o mediante la interrupción del trabajo, son igualmente decisivas y vitales en el ambiente pandémico.
Contrariamente a las insinuaciones de los medios de comunicación y a los discursos políticos sobre la [quienes están en] primera línea» —que equiparan a las y los trabajadores de servicios con los soldados, víctimas involuntarias de una guerra que han sufrido— muchos trabajadores y trabajadoras ocuparon y continúan ocupando un puesto central en la resistencia al virus. Confiaron en formas de solidaridad y de apoyo mutuo y en un poder social que preexistía pero que ha sido reforzado por esta situación. Mediante su lugar en el proceso productivo y reproductivo, en el centro del flujo de paquetes o de enfermos, han anticipado lo que los propios gobiernos no querían ver.
En línea con el inconcluso movimiento contra la reforma de las pensiones, la autodefensa sanitaria del mundo del trabajo reafirma el rechazo a sacrificar la salud en el altar de la economía. Sugiere una apertura de posibilidades en las luchas por venir, orientada contra uno de los principales anclajes del capitalismo, aquel que golpea directamente los cuerpos y lo vivo. Con la certeza ya comprobada de una capacidad autónoma y de una fuerza popular capaz de hacerse cargo de lo que no puede ser delegado a la gobernanza neoliberal.
Notas:
1/ A estas excepciones se suma la posibilidad de hacer trabajar los domingos, la extensión del periodo mínimo de descanso de 9 a 11 horas, la extensión del trabajo nocturno de 8 a 12 horas al día y la posibilidad de imponer hasta 6 días libres retribuidos con un solo día de antelación (con respecto a las 4 semanas iniciales).
1/ A estas excepciones se suma la posibilidad de hacer trabajar los domingos, la extensión del periodo mínimo de descanso de 9 a 11 horas, la extensión del trabajo nocturno de 8 a 12 horas al día y la posibilidad de imponer hasta 6 días libres retribuidos con un solo día de antelación (con respecto a las 4 semanas iniciales).
2/ En la última semana de febrero, Carrefour, Leclerc y Lidl han visto aumenatr sus ventas más de un 6%. El uso del reparto a domicilia ha aumentado un 74%, contra el 13% de los autoservicios (fuente: MoneyVox, 09/03/2020).
3/ “Ouest France” del 14 de marzo, “UsineNouvelle” del 18 de marzo.
4/ En su examen de la coyuntura económica del 9 de abril de 2020, el INSEE ha estimado que el consumo de las familias ha disminuido un tercio en total. El consumo de productos manufacturados han disminuido un 38% y los de servicios un 33%.
5/ Tres cuartos de las empresas entrevistadas por la Federación de ventas a distancia han declarado haber registrado una caída en las ventas desde el 15 de marzo.
6/ Durante las primeras semanas de lockdown, las acciones de Amazon han registrado tres sesiones de record histórico en Wall Street. El título ha subido aproximadamente un 30% desde el inicio del año, mientras que el índice Dow Jones ha bajado un 18% en el mismo periodo, a causa de la crisis del coronavirus. El 1 de mayo, en respuesta a la naciente movilización en el sector del e-commerce en los Estados Unidos, el grupo ha anunciado que habría invertido todos los beneficios del trimestre (abril-mayo-junio) en reforzar las medidas de seguridad en los propios almacenes. Esta decisión ha hecho bajar el precio de la acción un 5%, porcentaje que se mantiene relativamente baja con respecto al impacto político y mediático de una multinacional que se declara a la vanguardia en la tutela de la salud, o incluso capaz de superar a la acción de gobierno.
7/ Laura Brenas, CEO del CSP (Centre SpécialitésPharmaceutiques, una filial del EHDH) ha declarado, levemente ofendidad: “nos han pedido nuestra disponibilidad, luego hemos sabido que habían decidido atravesar Geodis sin consultarnos” (Fuente: Libération, 25/03/2020).
8/ Médiapart: “Illavorosotto epidemia: Per i lavoratoriinterinali, le crepe sonoprofonde”, de Mathilde Goanec, 21/03/2020.
9/ Declaraciones de Souad, un temporal de Fedex, publicada por AFP, el 08/04/2020.
10/ En respuesta a la crisis, el gobierno ha anunciado también el aplazamiento hasta septiembre de la segunda parte de u reforma del seguro de desempleo, que pretende endurecer las condiciones de compensación de los trabajadores precarios.
11/ Como revela la grabación pirata de una encuentro a distancia con los sindicatos, transmitida por Mediapart el 21/03/2020. El extracto muestra también como los gestores han utilizado inicialmente el discurso del gobierno para justificar el mantenimiento de la actividad.
12/ Al criticar el modelo de Amazon, es importante incluir el hecho de que la multinacional se encomienda a una enorme rede de subcontratación que implica una multiplicidad de actores: empresas públicas como La Poste o su filial Chronopost, filiales privatizadas de SCNF como Geodis, grandes grupos logísticos como TNT, Fedex o XPO, así como un gran número de PMI en el sector de los transportes y de las entregas.
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