Uma opinião
Vicenç Navarro
A los dos lados del Atlántico Norte estamos viendo hoy un crecimiento muy marcado de partidos políticos de ultraderecha, junto con un desplazamiento de partidos de derechas mayoritarios hacia posturas de ultraderecha. Miren los datos y lo verán. En Estados Unidos el trumpismo, que controla hoy el Partido Republicano, en lugar de estar disminuyendo su apoyo electoral lo ha ido aumentando y es probable que, de seguir las tendencias, llegue a controlar el Congreso y el Senado de los EEUU en 2022 y también recupere la presidencia en 2024. En Europa la ultraderecha ha ido también aumentando en una gran mayoría de países y solo en algunos pocos países ha descendido. En España, por ejemplo, las últimas encuestas señalan como Vox y el PP están subiendo a un nivel con el cual podrían llegar a conseguir una mayoría parlamentaria, todo ello ayudados por un sistema electoral escasamente democrático que, como ocurre en la mayoría de los países del Atlántico Norte, les favorece.
Las causas del crecimiento de la ultraderecha
Hay dos hechos que, en gran parte, explican este crecimiento de la ultraderecha. Uno es la enorme crisis económica y social que vive la mayoría de tales países y que determina, a su vez, una gran crisis política. Estas crisis responden a causas comunes, entre las cuales hay que destacar el enorme daño causado al bienestar de las clases populares (que son la mayoría de la población) por la sostenida aplicación -por muchos años- de las políticas neoliberales, que han determinado un gran crecimiento de las desigualdades con un aumento muy marcado del bienestar de los sectores más pudientes de la población, a costa de un gran descenso en la calidad de vida de la mayoría de la ciudadanía.
Los datos no pueden ser más contundentes. Si analizamos la evolución de las rentas de la propiedad del capital en comparación con las rentas del trabajo (ambas como porcentaje de la renta nacional), vemos cómo las rentas del trabajo (de las cuales derivan los ingresos la totalidad de las clases populares en cualquier país) descendió muy marcadamente durante los últimos 40 años. Esta pasó en Estados Unidos de representar en 1978-1980 un 70% de todas las rentas a un 63% en 2012; en Alemania de un 70.4% a un 65.7% en el mismo periodo; en Francia de un 74.3% a un 68.2%; en Italia de un 72.2% a un 64.4%; en el Reino Unido de un 74.3% a un 72.2%; en el promedio de la Unión Europea de los 15, de un 72.9% a un 66.5%; y en España de un 72.4% a un 58 4%. Este gran descenso en las rentas de trabajo ha ido acompañado de un incremento de las rentas del capital, desigualdades que se han acentuado todavía más durante la pandemia.
El abandono generalizado de las políticas redistributivas de la socialdemocracia
Este aumento en las desigualdades se inició a partir del final de los años 70 con el presidente Carter y se expandió en los años 80 con el presidente Reagan en EEUU y la señora Thatcher en La Gran Bretaña, continuando más tarde en el resto de Europa, con el abandono de las políticas redistributivas que habían caracterizado a los partidos de izquierda gobernantes y su sustitución por las políticas liberales (característico de La Tercera Vía), causando un gran retroceso (e incluso desaparición en algunos países) de la socialdemocracia. Tal abandono de las políticas redistributivas causó un abandono masivo de su base electoral, predominantemente de las clases populares y muy en particular de las clases trabajadoras. En Italia y en Francia, la socialdemocracia prácticamente desapareció. En España, descendió muy marcadamente, salvándole la rebelión de las bases de tal partido, lideradas por el dirigente anti-aparato Pedro Sánchez (situado a la izquierda de lo que sostenía tal aparato). Fue el triunfo del guerrismo (sin Alfonso Guerra) y del borrellismo (con Pepe Borrell) dentro del PSOE. Sin lugar a dudas el surgimiento de Podemos, heredero del movimiento de los indignados, fue determinante para que tales cambios ocurrieran.
La desaparición de los partidos de tradición socialdemócrata creó un enorme vacío que explica el atractivo de los partidos que se presentaron como anti-establishment, es decir la ultraderecha reaccionaria que se caracterizó por una idealización del pasado, señalando que "en el pasado vivíamos mejor". Esta ultraderecha es la defensa a ultranza entre los sectores económicos y financieros (y sus instrumentos políticos y mediáticos) de sus privilegios, movilizando los temas identitarios de los cuáles el crecimiento del nacionalismo imperial y conservador, así como del racismo y del machismo adquieren gran importancia.
¿Cómo responder a esta situación?
Es de una enorme importancia y urgencia recuperar las políticas redistributivas que reviertan el enorme crecimiento de las desigualdades, interviniendo en todas las áreas (de las fiscales a las reformas laborales) del quehacer público, a fin de garantizar el bienestar de las clases populares, reduciendo el porcentaje de las rentas derivadas del capital a costa del aumento de las derivadas del trabajo. La respuesta más visible mediáticamente que ha ido en esta dirección ha sido la reaparición en EEUU de las políticas redistributivas en el Partido Demócrata, vencedor de las últimas elecciones presidenciales, liderado por el candidato Biden que, al ganarlas, intentó recuperar la línea "New Deal", con un programa que compaginaba la reforma climática con la social. La victoria del Partido Demócrata no fue, sin embargo, un voto pro Biden sino un voto anti Trump. En realidad, el Partido Demócrata estaba (y continúa) muy desacreditado precisamente por su identificación con el liberalismo. La astucia de Biden fue intentar recuperar el apoyo popular enfatizando sus propuestas redistributivas con elevado contenido social (ver mi artículo "El fin del neoliberalismo y la búsqueda de alternativas"). El elevado nivel de popularidad de las propuestas (incluyendo entre amplias bases electorales del Partido Republicano) parecían confirmar la certeza y sabiduría de tales medidas.
Ahora bien, la resistencia por parte de sectores del aparato del Partido Demócrata, así como de sus legisladores próximos a intereses financieros y económicos (cuyos privilegios quedarían afectados por tales medidas) han estado debilitando tales propuestas, de manera tal que ha creado un gran movimiento de frustración, decepción y desmovilización, aprovechado por el trumpismo para movilizar sus bases y conseguir derrotar a un gran número de candidatos demócratas en las elecciones estatales y municipales de hace una semana, que podría ser el prólogo de lo que podría ocurrir en las elecciones al Congreso y Senado del 2022.
La situación en España
En España las medidas tomadas por el Gobierno de Coalición de izquierdas tienen una clara vocación redistribuidora, muy necesaria (pero todavía insuficiente) para corregir las enormes desigualdades existentes en el país. Pero una tensión existe dentro del Gobierno de coalición, que no es solo entre la UP (Unidas Podemos) y el PSOE, sino que atraviesa también el PSOE, y es definitorio de lo que pase en el futuro (incluyendo la continua expansión de las ultraderechas), tensión que tiene elementos comunes con lo que está pasando ahora con las propuestas New Deal en Estados Unidos del Presidente Biden. La resistencia del establishment económico y financiero español, siempre muy influyentes en los equipos económicos del PSOE, se está sistemáticamente oponiendo a los elementos más impactantes de las políticas redistributivas, tales como las propuestas fiscales y la eliminación de la reforma laboral del PP. Esta resistencia está enlenteciendo la propuesta de cambio, que como en Estados Unidos está desalentando y debilitando el apoyo popular al cambio propuesto por el Gobierno. Estos frenos al necesario cambio son la causa de la desmotivación y falta de apoyo al Gobierno Demócrata de Estados Unidos y podría ocurrir también aquí con el Gobierno de Coalición en España. Es frustrante que la dirección del PSOE parece no ser consciente de ello lo cual puede significar un enorme coste para el país. Imagínense por un momento que el trumpismo gobernara en EEUU y la coalición de los partidos de ultraderecha gobernaran en España. Esto podría ocurrir y la responsabilidad de que ello ocurriera seria la excesiva moderación y complicidad de sectores importantes de las izquierdas gobernantes con los poderes económicos, financieros y mediáticos del país, máximos beneficiarios de las enormes desigualdades que existen a los dos lados del Atlántico Norte y que harán todo lo posible para mantener sus privilegios. La historia de España está llena de ejemplos de ello.
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