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18 de setembro de 2021

A produção de Opio

(...) Tras la derrota se ha dicho de todo, de forma especial que EEUU no se va de la zona y que el triunfo de los talibanes es una amenaza potencial para sus vecinos, que no son pocos: Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, China y Pakistán. Pero, como siempre, todo ello se dice desde el punto de vista occidental y sin tener en cuenta otras perspectivas. Por ejemplo, que ya desde mucho antes del triunfo talibán los países vecinos lo habían percibido y estaban haciendo movimientos geopolíticos que les han situado donde ahora están. Es el caso de China, Rusia e Irán.

Solo tras la derrota Occidente se ha querido dar cuenta de la importancia que tiene y de ahí el intento de asustar (“Afganistán en manos chinas”, es uno de los más recurrentes) especialmente desde que el 28 de julio, medio mes antes de la entrada de los talibanes en Kabul, el ministro de Asuntos Exteriores chino recibió con todos los honores al representante talibán. Ese movimiento fue seguido después, el 8 de agosto, por Rusia haciendo lo mismo. Y antes, aunque de forma menos pública, lo había hecho Irán. Y los movimientos de estos países son determinantes para el futuro de la zona -no solo de Afganistán, aunque está en el corazón de Asia Central-y hay que hacer una breve mención de ellos.

Lo primero que hay que decir es que los talibanes han cambiado mucho durante estos 20 años de ocupación occidental: ahora son mucho más pragmáticos en sus relaciones geopolíticas aunque se mantienen inflexibles en la cuestión religiosa, y esto también hay que matizarlo un poco.

Lo segundo, que para EEUU la razón de la invasión y posterior permanencia en Afganistán era la desestabilización del concepto de Eurasia como eje del siglo XXI que se venía apuntando desde la gran crisis capitalista de 2008. Dificultar los dos grandes proyectos de esta Eurasia, la Nueva Ruta de la Seda china y la Unión Económica Euroasiática que preconiza Rusia, era, y es, vital para que EEUU continuase siendo la potencia hegemónica. Por no hablar de otro país, Irán, que juega en los dos proyectos, el chino y el ruso, un importante papel.

Uno de los instrumentos que EEUU utilizó antes de la invasión y sobre todo tras la invasión fue la droga, el cultivo del opio y el comercio de heroína. Aquí hay que remontarse un poco a la historia porque si bien es cierto que el movimiento islámico fue en sus orígenes uno de los principales enemigos del gobierno revolucionario (1978-1992), esto se debió principalmente a la financiación que recibió de los cultivadores de opio, terratenientes que se oponían a la reforma agraria puesta en marcha por ese gobierno revolucionario. Pero cuando los talibanes se hicieron con el poder aplicaron de forma estricta la sharía y, entre ello, la erradicación del cultivo de opio. La ONU reconoció que en el momento del derrocamiento del gobierno talibán en 2001 por la invasión y ocupación neocolonial del país por EEUU y sus vasallos de la OTAN, solo unas 8.000 hectáreas se habían contabilizado como cultivadas de opio. Un año más tarde ya eran 80.000, en diez años eran de 123.000 y en el 2021, antes de la derrota, eran 224.000 hectáreas. Es decir, casi 30 veces más que cuando gobernaban los talibanes en 2001.

¿Cómo se explica eso? Occidente, por supuesto, lo atribuye a los talibanes y dice que durante años se han beneficiado del comercio del opio y con ello se financiaban. Eso es válida esta opinión hasta cierto punto porque solo menciona los últimos años, cuando ya los talibanes controlaban una parte importante del territorio rural. Pero solo en los últimos cuatro años; el resto del tiempo el cultivo del opio y el comercio de heroina ha estado exclusivamente en manos occidentales porque, de no ser así, indicaría cómo Occidente ha estado mintiendo durante todos estos años sobre Afganistán porque en caso contrario ¿cómo explicar que ya en el primer año de la invasión y ocupación occidental fuesen 80.000 las hectáreas sembradas, según reconoce la propia ONU? Ni qué decir tiene que a medida que los talibanes iban ganando terreno llegaban a estos cultivos y los mantuvieron porque no tenían el poder y no querían echarse encima a sus bases campesinas. Porque esta es otra parte de la realidad de Afganistán tapada: durante los 20 años de ocupación ha habido casi 10 millones de afganos que han vuelto al campo, donde en el momento de la derrota vivía el 80% de la población. Era gente que había abandonado previamente el campo con la invasión, llegado a las ciudades, viviendo en guetos, malviviendo y volvieron al campo a hacer algo de dinero con lo fácil, el opio, y que, además era si no alentado al menos no perseguido por los ocupantes. Es de suponer que una vez en el poder los talibanes repitan lo mismo que hace 20 años y erradiquen su cultivo.

La explicación al aumento significativo del cultivo del opio y la heroína durante los años de la ocupación occidental es muy sencilla: la política talibán contra la droga no gustaba a EEUU y rápidamente dio el visto bueno al surgimiento del cultivo del opio y al tráfico de heroína para debilitar a sus enemigos en Asia: China, Rusia e Irán. El consumo de heroína fue muy fuerte en los países vecinos de Afganistán; Tayikistán y Uzbekistán sobre todo. Rusia temió que llegase a su territorio. China lo mismo. Y ambos crearon (2003) la Organización para la Cooperación de Shanghai que, como gran medida, tuvo el combatir el tráfico de drogas por la zona de los países que la componen.

Así se puede entender ahora mejor por qué tanto China como Rusia e Irán tienen mucho interés en que el gobierno talibán se asiente y continúe con su política de erradicación del cultivo de opio, entre otras cosas. Sobre todo porque, en paralelo con todo esto, el 11 de agosto la OCS anunció que los países que forman parte habían llegado a un consenso sobre la admisión de Irán como miembro de pleno derecho. Si se tiene en cuenta lo dicho antes, que China recibió a los talibanes el 28 de julio y que Rusia hizo lo mismo el 8 de agosto, se tiene un cuadro más claro de lo que está pasando y del por qué estos países no ven con malos ojos a los talibanes.

Unos acuerdos que se concretan

Son claros síntomas de por dónde van a ir las cosas, guste o no a Occidente. Y los talibanes ya están dando pasos en esa dirección, hablando de forma clara de acuerdos con China, Rusia e Irán, países con los que ya antes de su triunfo habían llegado a acuerdos significativos.

Con China, por ejemplo. Afganistán tiene frontera con Xinjiang, el nuevo mantra occidental de acusaciones de genocidio contra China, y es ruta casi obligada para la Nueva Ruta de la Seda hacia Irán. De ahí que China haya estado coqueteando con los talibanes desde hace un tiempo, hasta el punto de recibir un par de delegaciones de los talibanes en Beijing antes del 28 de julio, aunque no de forma tan solemne como en esa fecha. Eso significa que, a diferencia de lo que ocurrió cuando los talibanes estaban en el poder antes de la invasión del 2001 por EEUU y sus vasallos, ahora China está dispuesta a reconocer al gobierno talibán. La contrapartida es clara: se cierra cualquier hipotético apoyo islámico a los militantes de Xinjiang (sobre todo si los talibanes combaten contra el llamado Estado Islámico, y alguna vez lo han hecho estos últimos meses) y se cimenta la Nueva Ruta de la Seda. Si se tienen en cuenta las excelentes relaciones entre China y Pakistán, que siempre ha apoyado a los talibanes y que recientemente se ha negado a que las tropas retiradas de EEUU se mantuviesen en su territorio, tenemos el cuadro más claro.

Algo parecido ha sucedido con Rusia, alarmada ante la posible desestabilización de países como Tayikistán, con quien tiene excelentes relaciones, a donde ya ha enviado tropas para “proteger las fronteras” y recordando que Tayikistán es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. Un claro aviso a los talibanes para que no se pasen porque Rusia aplicaría los estatutos de la OCTS para ir más allá con sus tropas. Es, además, un recordatorio a EEUU de que si tiene la intención de aprovechar el tema para desestabilizar a las repúblicas ex-soviéticas de Asia Central, Rusia va a hacerle frente. Y, al igual que China, Rusia viene manteniendo desde hace años contactos directos con los talibanes hasta el punto de que Moscú ha sido la sede de unas cuantas reuniones entre los talibanes y el gobierno afgano en un intento de arreglo pacífico.

Lo de Irán es otra cosa, aunque en el mismo sentido. Fue el asesinado, por EEUU, Soleimani quien ya en el lejano 2018 abrió cauces de interlocución y ayuda a los talibanes, como se puso de manifiesto con el avión que estos derribaron en enero de 2020, dos semanas después del asesinato de Soleimani, en el que iba un significado agente de la CIA en la zona y en cuya operación se utilizó armamento iraní. La contrapartida era clara: dejar de molestar a los hazaras, el tercer pueblo en número de integrantes en Afganistán y de religión shií. Con Irán se ha pasado del enfrentamiento casi abierto antes de la invasión de EEUU en 2001 a una colaboración encubierta y ahora a una colaboración abierta: las fronteras con Irán están abiertas, los talibanes han pedido combustible al país persa y en un gesto que trasciende el simbolismo han reanudado el suministro de agua a Irán abriendo las esclusas del río Helmand para permitir que el agua fluya hacia la provincia iraní de Sistán, muy afectada por la sequía y que habían sido cerradas desde hace dos años por el gobierno pro-occidental cumpliendo obediente las órdenes estadounidenses sobre las sanciones a Irán. Junto a ello, también han publicado una circular en la que apelan a respetar a los “hermanos chíitas”. Muy relevante este punto porque rompen con todo un pasado de persecución a los hazaras y muestra su voluntad de una normalización con Irán, la otra gran bicha occidental. Al mismo tiempo, desaparece una importante base, por proximidad, para cualquier ataque a Irán si no se avanza en las conversaciones para restablecer el acuerdo nuclear.

Los talibanes se están moviendo, hasta ahora, con mucha cautela y pragmatismo. No obstante hay que recordar que no son un movimiento monolítico nada más que en la cuestión religiosa. Fuera de eso, hay varias corrientes en su seno y dependerá de cuál de ellas prevalezca el que se avance en la línea de normalización de relaciones con los vecinos. Pero, por ahora, ya comienzan bien. Dicen que no amenazan a nadie ni que se enemistarán con nadie, que quieren reconocimiento internacional y que no van a permitir que su territorio se convierta en “refugio seguro para los terroristas internacionales”, lo que suena a campanas para Rusia, China e Irán que, incluso, puede gustar a EEUU y sus vasallos. Si lo cumplen, serán mucho más moderados que Arabia Saudita, por ejemplo. Pero estamos en la etapa de declaraciones que se tienen que ver refrendadas por los hechos.(...) albercruz@eresmas.com

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