La política británica en transición: la austeridad, Brexit y el desafío Corbyn
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En medio del invierno más duro de más de una década, Gran Bretaña se encuentra aún atenazada por los dedos helados de la austeridad neoliberal. Tanto el servicio de salud (NHS) como los gobiernos locales van de crisis en crisis, y los recortes salvajes del gasto público del gobierno conservador de Theresa May hacen imposible la prestación de servicios adecuados, utilizados principalmente por las personas con discapacidad, los ancianos, los enfermos, los pobres y las personas sin hogar. Ocho años de austeridad y moderación salarial dura impuesta a los trabajadores del sector público han hecho caer el crecimiento económico en picado, lo que reduce drásticamente los ingresos fiscales, dando así una vuelta de tuerca más los recortes conservadores.
Los efectos negativos de la deflación neoliberal se pueden ver en el reciente colapso del gigante conglomerado de la construcción Carillion, una compañía regada con contratos del gobierno. Como Alan Davies señala:
“Carillion ejemplariza todo lo malo de un sistema movido por la avaricia del sector privado junto con años de austeridad del sector público. Los trabajadores son despedidos por miles y los subcontratistas se arruinan, mientras los buitres sobrevuelan observando qué activos pueden arrancar y con qué contratos pueden hacerse a precios bajísimos”. [1]
Esta saga grotesca sólo es posible dado el resultado de las elecciones generales de junio de 2017. Alentada por las encuestas de opinión favorables, Theresa May convocó elecciones generales con la expectativa de una pérdidas sustanciales del Partido Laborista y un aumento significativo de la mayoría parlamentaria conservadora. Los líderes conservadores hablaban en privado de permanecer en el poder durante los próximos 40 años. Las encuestas de opinión se equivocaron espectacularmente: las elecciones resultaron en un sustancial trasvase del 9,6% dude los votos a los laboristas, gracias a los votos de los jóvenes y los estudiantes, especialmente, que apoyaron al dirigente laborista más de izquierdas que haya existido, Jeremy Corbyn. Los conservadores siguen siendo el partido más grande, pero tiene que depender de los votos del Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte - un partido unionista duro - para asegurar una mayoría inestable e incierta en la Cámara de los Comunes. Los resultados también supusieron un golpe sustancial para los liberales, reducidos a apenas 12 diputados, y a UKIP - Partido por la Independencia del Reino Unido, de extrema derecha - que perdió su único diputado.
Los resultados de las elecciones debilitaron la autoridad de Theresa May en el partido conservador y su capacidad de controlar a su rebelde ala derecha nacionalista, que exige un 'Brexit duro' - que Gran Bretaña debería abandonar la Unión Europea denunciando el máximo de acuerdos del comercio y otros vínculos con la Unión Europea a 27. Estos ‘'Brexiteers" están representados en el gobierno por gente como el ex alcalde de Londres, Boris Johnson (ahora Ministro de Asuntos Exteriores) y el ex secretario de Educación, Michael Gove (Secretario de Medio Ambiente). Fuera del gobierno, los Brexiteers están dirigidos, en particular por el diputado Jacob Rees-Mogg, un personaje estrafalario cuyas opiniones católicas ultra-reaccionarias le han merecido el apodo de 'Su Señoría del siglo XVIII'.
No han sido sólo los conservadores los que se han visto sus conflictos internos determinados por el resultado de las elecciones. Un número considerable de diputados laboristas de derecha (los llamados ‘'Blairistas" en honor del ex primer ministro Tony Blair) apenas ocultaban su esperanza de que Jeremy Corbyn sufriese una debacle electoral y, por lo tanto, tuviera que ser ser reemplazado por alguien de su derecha. Un documental de la BBC sobre Stephen Kinnock, diputado laborista por Aberavon e hijo del ex líder del partido Neil Kinnock, durante la campaña electoral mostraba hasta que punto él y su familia [2] habían quedado conmocionados y decepcionados por el éxito de Corbyn, que desvanecía sus esperanzas de acabar con la hegemonía de la izquierda en el Partido Laborista.
Para explicar estas contracorrientes, tenemos que responder a tres preguntas relacionadas: a) ¿Cómo se explica el ascenso repentino e inesperado de Corbyn a la dirección laborista? b) ¿Por qué Gran Bretaña votó salir de la Unión Europea en el referéndum 2016? c) ¿Por qué el debate europeo todavía divide al Partido Conservador?
¡Oooh, Jeremy Corbyn!
El 24 de junio de 2017, apenas dos semanas después de las elecciones, Corbyn apareció en el escenario principal del internacionalmente reconocido festival de música de Glastonbury y decenas de miles de jóvenes presentes le dieron una ovación estruendosa. Esta acogida, incluyendo el canto ¡Ooooh, Jeremey Corbyn! fue una repetición de los mitines a reventar de Corbyn durante la campaña electoral, en todo el país, la vuelta triunfante de los mítines políticos supuestamente 'pasados de moda'.
Las encuestas muestran que dos tercios de las personas menores de 25 años han votado laborista. Después de esto The Economist, portavoz confeso de la opción pro-capitalista, afirmó que 'hay cosas peores que un gobierno Corbyn', y que sería un 'retroceso, no un desastre' - siempre que Corbyn pudiese ser controlado y moderado.
Los resultados electorales mostraron que el Partido Laborista había logrado algunos resultados notables allí donde había un gran número de estudiantes. Por ejemplo, en Canterbury, donde hay dos universidades y más de 40.000 estudiantes, el diputado conservador Sir Julian Brazier, un Brexiteer y ex ministro de Defensa, perdió su antigua mayoría de 9.000 votos. Lo atribuyó al 'movimiento estudiantil en las redes sociales'. Ocho mil nuevos votantes se registraron en el distrito electoral antes de las elecciones. Y si, la corriente corbynista de izquierdas Momentum realizó una campaña en los medios sociales brillante.
De hecho, los jóvenes le otorgaron a Corbyn no sólo su éxito electoral relativo, sino también la dirección del Partido Laborista. Se convirtió en el dirigente laborista en 2015, cuando el partido decidió ofrecer la afiliación al partido a mitad de cuota en internet y la posibilidad de votar al lider laborista a los nuevos miembros. La afiliación del Partido Laborista ha aumentado de 120.000 con Blair, a más de 600.000 hoy en día - convirtiéndose en el mayor partido político de Europa occidental. Cómo se puede explicar esta aparente radicalismo entre los jóvenes? Por un lado se ha producido una radicalización general durante las últimas dos décadas en temas como el medio ambiente, el racismo y los derechos humanos. Esto se expresa en el crecimiento del Partido Verde antes de las elecciones de 2015, que pasó de alrededor de 40.000 miembros a alrededor de 50.000. El advenimiento de Corbyn ha superado a los Verdes con una radicalización mucho más grande y más general.
Sin embargo, otro factor clave es la difícil situación económica de muchos 'Millennials' en el Reino Unido. SegúnThe Guardian, citando un informe de la Fundación Resolución:
“El informe ... pinta un panorama sombrío para todos los adultos jóvenes en todo el mundo desarrollado - aparte de los países nórdicos. Pone de relieve cómo se han deprimido los ingresos, los empleos son escasos y la posibilidad de ser propietario de vivienda cae en picado para la generación del milenio en comparación con la del ‘baby boom’ que la precedió.
Pero también revela que en muchos otros aspectos - aparte del desempleo - la generación del milenio británica ha sufrido más significativamente que la de otros países”.
La situación de los jóvenes es un subproducto de los daños causados por el neoliberalismo a los trabajadores en general. Debido a la falta de viviendas sociales y un mercado de la vivienda absurdamente caro, muchas personas jóvenes se encuentran pagando el 50% de sus ingresos para vivienda - ya sea por los altísimos alquileres de los alojamientos privados o por las hipotecas. Los empleos están mal pagados y, a menudo sobre la base de ‘'empleos precarios”, sin horas o niveles salariales garantizados. Debido a la privatización de los servicios públicos, las tarifas de gas, agua y electricidad también son altas. Añádase los precios más altos de transporte del mundo, y los restaurantes, pubs y otros lugares de entretenimiento caros, todo lo cual se traduce en una sola cosa: niveles masivos de deuda y jóvenes que dependen de las tarjetas de crédito para sus gastos diarios - un montón insostenible de deuda. No es de extrañar que un montón de jóvenes estén hartos.
Los altos responsables laboristas deberían estar encantados con el enorme aumento del número de miembros, pero para una parte importante de diputados y cientos de consejeros locales laboristas este no es el caso. La derecha Blairista sería feliz si se produjese una salida de algunos cientos de miles de Corbynistas, que están haciendo su vida muy difícil. En todos los frentes del Partido Laborista ha estallado un duro conflicto. A nivel organizativo, la derecha ha librado una batalla en la retaguardia para mantener el control del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), una pelea que tienen por el momento perdida. En enero, los tres puestos vacantes en el CEN fueron ganados por miembros de Momentum, la corriente de izquierda que apoya a Corbyn. Entre los vencedores, Jon Lansman, secretario general de Momentum y un veterano del movimiento 'Bennite' [3] de los años 1970 y 80. La izquierda ganó los tres puestos con 62.000 a 68.000 votos, frente a los 38.000 del candidato Blairista Eddie Izzard, un conocido comediante. Izzard afirmaba no pertenecer a ninguna facción o grupo, pero su material de propaganda fue impreso y publicado por el grupo ‘Blairista’ Labour First.
La derecha laborista ha perdido el control sobre el Comité de Disciplina nacional y ha sufrido otra pérdida con la dimisión del secretario general Ian McNichol, ‘blairista’.
Pero la derecha laborista resiste tenazmente a nivel local, en particular, tratando de evitar que los izquierdistas sean seleccionados como candidatos municipales, pero sobre todo tratando de evitar que los diputados actuales sean 're-elegido', es decir, sustituidos en primarias por otros más a la izquierda. De hecho, la izquierda ‘Corbynista’ no parece tener estómago para este tipo de peleas. Muchos de los nuevos miembros son inexpertos y reacios a involucrarse en las amargas luchas internas locales. El resultado neto es que incluso si los laboristas ganan las próximas elecciones, puede ser muy difícil contar con la mayoría de los parlamentarios laboristas para que apoyen medidas radicales.
En algunas localidades - por ejemplo Haringey y Walthamstow en Londres - están teniendo lugar enconadas peleas sobre los proyectos de reconstrucción. En éstas, los ayuntamientos controlados por la derecha laborista están tratando de aprobar planes para demoler las viviendas sociales y reemplazarlas con centros comerciales y viviendas caras, de las que sólo una pequeña parte serían 'asequibles'. La izquierda denuncia que estos proyectos son, en realidad, una forma de 'limpieza social', mediante la que los pobres son expulsados de los barrios, probablemente, fuera de Londres. Corbyn ha apoyado a los activistas laboristas que luchan junto a sindicalistas y asociaciones de vecinos contra esta limpieza social. [4]
A nivel nacional la derecha laborista ha lanzado una serie de campañas que en realidad están dirigidos contra Corbyn y sus seguidores. En primer lugar, en una campaña llevada a cabo directamente por Blair y su ex secretario de prensa Alastair Campbell, acusan a Corbyn y al vicepresidente John McDonnell de ser demasiado reacios a defender la permanencia de Gran Bretaña en el mercado único europeo y la unión aduanera tras la salida de Gran Bretaña de la UE. Sin embargo, el 26 de febrero, Corbyn cambió la posición laborista, comprometiéndose a luchar por la permanencia en la unión aduanera, lo que desinflará la campaña de los Blairistas sobre esta cuestión. Potencialmente esto podría provocar la derrota del gobierno en los Comunes, si los conservadores pro-UE forman un bloque con los laboristas, los liberales y los nacionalistas escoceses.
En segundo lugar, y de forma escandalosa, la derecha laborista acusa a los Corbynistas de ser 'anti-semitas'. Esta campaña se basa en un solo hecho real: el equipo Corbyn defiende los derechos nacionales palestinos. Esto es suficiente para calificarlo de ‘antisemita', y se repite esta calumnia una y otra vez en la prensa de la derecha, dándola por buena algunos medios de comunicación liberales y de centro-izquierda, por ejemplo, algunos periodistas de The Guardian y el programa de noticias de televisión más radical, Channel 4 News. Algunas personas clave en estos dos medios son visceralmente hostiles a Corbyn. El propio gobierno israelí tiene motivos para estar interesado en este debate. Lo último que quieren es un gobierno Corbyn, que pueda modificar su sistema de alianzas internacionales.
Los Blairistas también están tratando de socavar un aliado clave sindical de Corbyn, el secretario general de UNITE Len McCluskey, afirmando hubo irregularidades en su elección. Si el Oficial de Certificación del cesara a McCluskey, sería un gran golpe contra la izquierda en el CEN laborista.
Por último, la derecha laborista mantiene otra campaña contra los Corbynistas, basada en el género. Parlamentarios de la derecha laborista como Jess Phillips y Harriet Harman, entre otros, insisten en que el próximo líder del partido 'debe ser una mujer'. Esto se basa en el supuesto de que la izquierda no tiene una candidata creíble y querrá proponer a McDonnell cuando se retire Corbyn (que tiene 69 años y probablemente tendrá 70 cuando se celebren las próximas elecciones).
Brexit, UKIP y la derecha Tory
Las peleas internas laboristas tienen su contrapartida en las agudas tensiones en el seno del Partido Conservador y la gran crisis de UKIP. Aunque muchas personas de izquierda no lo vieron de esta manera [5], el referéndum de 2016 para salir de la Unión Europea fue un desastre político. El referéndum fue utilizado por la extrema derecha del Partido Conservador, con la ayuda de UKIP, para tomar el control del partido e imponer su propia agenda anti-inmigrantes y contra el Estado de Bienestar. En particular, los Brexiteers quieren sacar a Gran Bretaña del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y hacer una hoguera con los derechos de los trabajadores y ambientales de la UE.
Durante la campaña del referéndum este aspecto fue denunciado especialmente por Nicola Sturgeon, Primer Ministro y líder del Partido Nacional Escocés, quien describió el referéndum como un 'intento de golpe' de la derecha Tory. [6]
El anti-europeísmo ha sido siempre la tarjeta de visita de la derecha Tory, un símbolo de su nacionalismo extremo. El problema es que no se corresponde con los intereses objetivos de la mayoría de los sectores de la clase capitalista británica: tanto los financieros de la City de Londres como los grandes fabricantes quieren tener acceso al mercado único europeo y su unión aduanera. Los inversores externos en Gran Bretaña, al igual que los fabricantes de automóviles japoneses, quieren que sus operaciones en el Reino Unido tengan acceso directo al resto de Europa. Como resultado de estos intereses capitalistas objetivos, una gran mayoría de los parlamentarios conservadores estaban en contra de salir de la Unión Europea. Pero no su base: sólo el 38% de los votantes conservadores votó permanecer en la UE.
Durante la campaña del referéndum la mayoría de los líderes conservadores, junto con los laboristas, liberales, nacionalistas escoceses y los Verdes -, así como el Sinn Fein en Irlanda del Norte - defendieron permanecer en la UE. ¿Cómo pudieron los Brexiteers ganar 52% contra 48% (cerca de 17 millones frente a 16 de millones de votos)?
La defensa del Brexit fue machacada a diario en la influyente prensa de la derecha, y el núcleo de esta propaganda fue el racismo anti-inmigrantes. “Retomar el control”, fue la consigna de los Brexiteers y esto significaba principalmente 'recuperar el control' de 'nuestras' fronteras para mantener fuera a los inmigrantes.
Al mismo tiempo, la votación representó un rechazo de la política convencional de un número significativo de votantes de clase trabajadora, especialmente en las ciudades obreras empobrecidas del Norte y los Midlands. Irónicamente muchos de estos votantes estarán de acuerdo con los laboristas en la necesidad de financiar adecuadamente la sanidad pública y los gobiernos locales, y en la re-nacionalización de los servicios públicos como el gas, la electricidad y los ferrocarriles. Pero no están de acuerdo con el Partido Laborista sobre inmigración. El racismo y la xenofobia son el talón de Aquiles de los sectores más atrasados de la clase obrera británica. El ala derecha del Partido Laborista defiende la convocatoria de un nuevo referéndum, y pide a Corbyn una posición mucho más tajante a favor de que Gran Bretaña permanezca en el mercado único y la unión aduanera. Corbyn ha cambiado de posición sobre esto último, pero no pedirá un nuevo referéndum, lo que permitiría acusar a los laboristas de no respetar una decisión votada democráticamente.
UKIP ha sufrido una catástrofe como consecuencia del resultado de la consulta. En las elecciones pre-referéndum de 2015, UKIP obtuvo 3,8 millones de votos, un 12,9% del total. En 2017 solo consiguió 550.000, el 2,1% de los votos. Un partido monotemático, con el único objetivo de sacar a Gran Bretaña de la UE es lógico que entrase en crisis una vez alcanzado su objetivo. Pero además, la política de la derecha post-referéndum de UKIP fue adoptada por el Partido Conservador. ¿Qué sentido tenía ya UKIP? UKIP ha sufrido la misma suerte que el fascista Frente Nacional después de que Margaret Thatcher fuese elegida primera ministra en 1979.
Después de las elecciones de 2015, el líder de UKIP y su figura más conocida, Nigel Farage, se fue a trabajar a los medios de comunicación y a codearse con los Donald Trump y Rupert Murdoch de ese mundo. Farage expresó su satisfacción de no tener que mezclarse más con la “morralla”, refiriéndose con desprecio a los pequeño burgueses reaccionarios que constituyen la base activista de UKIP. Desde la partida de Farage, UKIP ha tenido tres líderes, el último de los cuales, Henry Bolton fue obligado a dimitir después que se conociera que su nueva y glamurosa novia había twitteado mensajes calificando a los negros de 'feos', y diciendo que la novia mestiza del príncipe Harry, Meghan Markle, sería una 'mancha' para la familia real británica.
A medida que la Unión Europea aumentó la presión en mayo, exigiendo mayores concesiones a cambio de un período de transición y una nueva relación favorable con la UE después de Brexit, los conflictos dentro del Partido Conservador se hicieron más intensos. Al mismo tiempo, la derecha ultramontana conservadora, representada por los diputados Brexiteers y los principales diarios de derecha - el Telegraph , Sun y Daily Mail - mantuvieron una batería de calumnias contra Corbyn y su equipo. La última, que terminó muy mal, fue la acusación del vicepresidente conservador Ben Bradley de que Corbyn había vendido secretos de Estado británicos a la inteligencia checoslovaca durante los años 1970 y 80. Esta mentira absurda de Bradley- como si Corbyn hubiera tenido acceso a secretos de Estado - acabó con su confesión de que toda la historia era una pura calumnia y tuvo que pagar daños y perjuicios por difamación.
A raíz de la consulta aumentaron los ataques contra los trabajadores inmigrantes. El Ministerio del Interior ha utilizado el sentimiento anti-inmigrante para intensificar su campaña de expulsión de residentes ilegales, incluidas personas que han vivido en Gran Bretaña desde hace décadas - de hecho, algunas personas que llegaron al Reino Unido desde el Caribe como niños en la década de 1950 se les ha ordenado salir del país. Una consecuencia de esto es que aquellos sectores que dependen de los trabajadores inmigrantes - por ejemplo, el servicio de salud, el cuidado de ancianos y la agricultura - se están quedando sin personal. Se estima que hasta 40.000 enfermeras europeas que de otro modo hubieran venido a trabajar a Gran Bretaña, o bien se volvieron a casa o decidieron no venir después del referéndum.
La desilusión con la política convencional embarga a la clase obrera, convencida de que Gran Bretaña es cada vez más desigual. El desastroso incendio de julio de 2017 del rascacielos Grenville Tower en el oeste de Londres, en el que murieron más de 70 personas, fue visto como un síntoma del desprecio de la élite rica a los pobres. Grenville Tower era un centro de viviendas sociales, en las que viven muchos trabajadores mal pagados e inmigrantes, cuya gestión fue subcontratada por el ayuntamiento Tory de la zona a una empresa de gestión semi-privada que descuidó normas básicas de seguridad, a pesar de repetidas advertencias.
A pesar de algunos mitos izquierdistas, la desilusión de la clase obrera no fue el principal motivo del resultado del referéndum sobre el Brexit. Cerca del 65% de los votantes laboristas votaron permanecer en la UE. Fueron los votantes de mayor edad y los votantes de clase media en las comarcas y barrios ricos los que votaron a favor del Brexit, los mismos que constituyen la base social de los conservadores. Una gran mayoría de las personas menores de 45 años votó contra la salida de la UE. Entre los menores de 25 años fue casi el 70%. La mayoría en contra de Brexit fue abrumadora en el Londres multirracial.
El ministro de Finanzas conservador Philip Hammond ve claramente la necesidad de que la economía británica no sufra una fuerte sacudida tras abandonar la UE y ha presentado una versión 'blanda' de Brexit, que asegura que sería “muy parecida a la situación actual”. Esto ha provocado una furiosa respuesta de la derecha Brexiteer, y una retirada de Hammond bajo la presión de Theresa May. El problema central de May y su ministro para Brexit David Davis es el siguiente: quieren al menos un periodo de transición durante el cual Gran Bretaña tendrá acceso completo al mercado único, pero el precio exigido por la UE es el acceso a Gran Bretaña de los trabajadores de la UE y el derecho de estos trabajadores a permanecer en Gran Bretaña después Brexit. Esto es anatema para el ala derecha conservadora, para la que detener la inmigración era el punto clave del referéndum.
Los conflictos dentro del Partido Conservador también están alimentados por el hecho evidente de que las promesas de los Brexiteers' sobre las 'ventajas' económicas de una Gran Bretaña fuera de la UE son totalmente delirantes. La idea de que Gran Bretaña concluirá rápidamente acuerdos comerciales ventajosos con el resto del mundo, que serán mejores para el comercio británico que los firmados por la UE, es una quimera.
Tal vez el dilema post-Brexit más complicado de Theresa May es la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Durante veinte años no ha habido esa frontera en lo que se refiere a comercio y libertad de movimientos. Nadie en la isla de Irlanda, ni siquiera los unionistas más fanáticos, quieren ver de nuevo puestos fronterizos y aduanas, que dañarían a las economías del norte y del sur y tal vez revivieran una campaña republicana contra la frontera. Pero, ¿cómo se puede evitar una frontera con todas las consecuencias si el Reino Unido, del que Irlanda del Norte es parte, queda fuera de la Unión Europea, mientras que la República sigue dentro de la UE? Si no hay frontera, los bienes, servicios y personas del Sur podrán entrar en Irlanda del Norte desde la UE, y una vez allí será muy difícil impedir que lleguen al resto del Reino Unido, sobre todo porque el Partido Unionista Democrático retirará su apoyo al gobierno conservador si intenta construir una 'frontera' entre Irlanda del Norte y el resto de Gran Bretaña.
La austeridad conservadora se mantiene por una sola razón, porque las leyes antisindicales de Thatcher, que los gobiernos laboristas posteriores se negaron a derogar, hacen imposible que se convoquen huelgas efectivas contra los topes salariales en el sector público y los recortes de servicios públicos. Por supuesto, eso no significa una ausencia total de conflictos industriales. En los últimos seis meses han sido testigos de como los trabajadores ferroviarios convocaban jornadas de lucha para 'mantener la guardia en los trenes'. Las tripulaciones de cabina de British Airways han llevado a cabo varias huelgas por los salarios. En el sector manufacturero, los trabajadores de BMW han ido a la huelga en defensa de las pensiones y a principios de año los trabajadores de Fujitsu han protestado por los despidos masivos. En la actualidad tiene lugar un gran paro nacional de profesores universitarios por las pensiones. Los maestros de escuela en el sureste del país han ido a la huelga contra los recortes en educación. Y ha habido muchos más huelgas pequeñas y militante. Pero eso no puede ocultar el hecho de que el número de días de huelga está en su nivel históricamente más bajo. Al igual que la miríada de campañas locales en defensa de la sanidad pública, la escuela y contra los recortes de servicios municipales, la mayoría de estas luchas son defensivas.
En esta situación, han surgido inmensas esperanzas en la posibilidad de un gobierno de izquierda laborista dirigido por Corbyn. Al igual que los Brexiteer conservadores han marginado a UKIP, los Corbynistas por el momento han marginado a la izquierda que permanece fuera del Partido Laborista, aunque, por supuesto, esa izquierda permanece activa en los sindicatos y en las luchas contra los recortes del sector público. La política británica ha entrado en un período de intensa turbulencia y, por primera vez en décadas, la izquierda radical juega un papel clave en el ámbito político nacional.
Notas:
[2] Kinnock está casado con Helle Thorning-Schmidt, ex primera ministro de Dinamarca, en el documental de la BBC2 Labour, the Summer Everything Changed, le aconseja encarecidamente no hablar con los medios de comunicación tras el éxito de Corbyn. ver http://www.independent.co.uk/voices/labour-documentary-general-election-jeremy-corbyn-stephen-kinnock-a8067606.html
[3] Después de Tony Benn, dirigente de la izquierda laborista clave en las décadas de 1970, 80 y 90.
[5] Por ejemplo el Socialist Workers Party, el Partido Socialista y el Partido Comunista-Morning Star.
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